El Espíritu y el
Verbo
El Ángel es el mensajero de
Dios Padre. Es su voz y su palabra, antes de que llegue hasta nosotros el Hijo,
su Verbo hecho carne.
El Espíritu está presente.
Con frecuencia, para indicar esta presencia de Dios desde la parte superior del
icono se hace ver un semicírculo del que se desprende un rayo de luz que va
directamente a posarse sobre la Virgen. En el rayo de luz a la altura de la
Virgen se arremolina en un círculo la luz y dentro de ella aparece, diminuta y
blanca, una paloma. Es el Espíritu Santo.
Así se pinta también la
paloma del Espíritu en las escenas del Bautismo de Jesús o en alguna escena
primitiva de Pentecostés. El Espíritu aletea al principio de la creación,
revuela ahora, en la nueva creación, sobre María, tierra nueva y jardín
sellado, para fecundarla con su amor. El Espíritu Santo es la sombra que cubre
a María, es la gloria que manifiesta la presencia de Yahvé en su templo y en la
tienda. Se posa cerca de la Virgen en espera de su respuesta libre. Cuando ella
dice sí, desciende sobre ella y la fecunda de una manera virginal y divina. El
Santo, bueno y vivificante Espíritu es principio de vida. Es Señor y da la vida,
confesamos con la Iglesia en el Credo. Es amor y manifiesta el amor trinitario;
une el cielo y la tierra, fecunda la carne virgen de la Esposa, María.
El Verbo, el Hijo del
Padre, está todavía invisible. Pero algún icono, con atrevimiento original de
ese artista que pintó el icono de la Anunciación de Ustiuj, ya pone en el seno
de la Madre, bien visible, la silueta del hijo que ha tomado carne en sus
entrañas.
De esta forma, a las
palabras finales del episodio de Lucas, siguen las del prólogo de Juan: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Palabras
que tienen –en el testimonio de Juan- una inagotable resonancia mariana, como
el estremecimiento de aquella tienda que acogió la llegada del Verbo, impulsada
por el viento impetuoso de su venida celestial, como aquella carne que se abrió
amorosamente para dar cabida al Verbo y para ofrecerle su propia humanidad al
Hijo de Dios.
AL VERBO HECHO CARNE
ORACIÓN ESCRITA 14 DEL
10 DEL 2010
Oremos:
Al Sagrado Corazón de Jesús traspasado:
A su divina Sangre derramada por nuestros pecados,
Consagro mis días de tribulación y luchas por un mundo
Sano y en paz.
En tu Evangelio: Palabra y Verdad, a los tibios, Tú
los rechazas.
Diste tu vida de Calvario y Cruz por todos nosotros, dejaste
tu Iglesia y en ella el
fuego del Espíritu Santo.
Grabaste en nuestros corazones la capacidad de unirnos a tu
Causa: Respetar al Padre, su Ley, Perfección y Divinidad.
Señor tú conoces mi pobreza intelectual; dame sabiduría para
no cometer errores, pon la fuerza de tu amor y luz en mi
intelecto.
Todo cristiano bautizado tiene la obligación de brillar como
antorcha encendida en la noche, porque de Ti recibimos esa luz,
Tenemos la obligación de
hacer oír Tu Evangelio, Palabra y Verdad,
con amor, convicción y gratitud.
Nos enseñaste amar al Padre sobre todas las cosas y a nuestro
prójimo;
que deberíamos defender, la justicia y la verdad.
No podemos permanecer callados, adormecidos debemos
despertar para ser luz en la tinieblas, calor y fuego recibidos
de Ti, ir en busca de la paz y la felicidad, perdida.
…”Lectura del Libro de Timoteo C 4, V 1-2,3-5
Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de
Venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación
Y por su Reino.
Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo,
reprende, amenaza y exhorta con toda paciencia y doctrina.
Porque vendrá un tiempo
en que los hombres no soportarán
la doctrina sana, sino que arrastrados por sus propias pasiones,
se harán con un montón de maestros por el prurito de oír
novedades;
apartaran sus oídos de la verdad y se volverán a las fabulas.
Tú en cambio pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos,
Realiza la función de Evangelizador, desempeña a la perfección
Tu ministerio…”
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