Mes de Febrero 14
Cuaresma
Aci Prensa
HOMILIA DE SANTO PADRE
FRANCISCO
El Papa Francisco presidió la celebración de la Misa del
Miércoles de Ceniza en la basílica romana de Santa Sabina. En la homilía, el
Santo Padre destacó que la Cuaresma es el tiempo apropiado para corregir
aquello que no está en consonancia con la vida cristiana.
Además,
recordó que las tentaciones a las que está expuesto el cristiano “son
múltiples”, y advirtió contra los demonios de la “desconfianza, apatía y
resignación”.
“La
Cuaresma es tiempo rico para desenmascarar éstas y otras tentaciones y dejar
que nuestro corazón vuelva a latir al palpitar del Corazón de Jesús”.
A
continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco:
El
tiempo de Cuaresma es tiempo propicio para afinar los acordes disonantes de
nuestra vida cristiana y recibir la siempre nueva, alegre y esperanzadora
noticia de la Pascua del Señor. La Iglesia en su maternal sabiduría nos propone
prestarle especial atención a todo aquello que pueda enfriar y oxidar nuestro
corazón creyente.
Las
tentaciones a las que estamos expuestos son múltiples. Cada uno de nosotros
conoce las dificultades que tiene que enfrentar. Y es triste constatar cómo,
frente a las vicisitudes cotidianas, se alzan voces que, aprovechándose del
dolor y la incertidumbre, lo único que saben es sembrar desconfianza. Y si el
fruto de la fe es la caridad —como le gustaba repetir a la Madre Teresa de
Calcuta—, el fruto de la desconfianza es la apatía y la resignación.
Desconfianza, apatía y resignación: esos demonios que cauterizan y paralizan el
alma del pueblo creyente.
La
Cuaresma es tiempo rico para desenmascarar éstas y otras tentaciones y dejar
que nuestro corazón vuelva a latir al palpitar del Corazón de Jesús. Toda esta
liturgia está impregnada con ese sentir y podríamos decir que se hace eco en
tres palabras que se nos ofrecen para volver a «recalentar el corazón
creyente»: Detente, mira y vuelve.
Detente
un poco de esa agitación, y de correr sin sentido, que llena el alma con la
amargura de sentir que nunca se llega a ningún lado.
Detente de ese mandamiento de vivir acelerado que dispersa,
divide y termina destruyendo el tiempo de la familia, el tiempo de la amistad,
el tiempo de los hijos, el tiempo de los abuelos, el tiempo de la gratuidad… el
tiempo de Dios.
Detente
un poco delante de la necesidad de aparecer y ser visto por todos, de estar
continuamente en «cartelera», que hace olvidar el valor de la intimidad y el
recogimiento.
Detente
un poco ante la mirada altanera, el comentario fugaz y despreciante que nace
del olvido de la ternura, de la piedad y la reverencia para encontrar a los
otros, especialmente a quienes son vulnerables, heridos e incluso inmersos en
el pecado y el error.
Detente
un poco ante la compulsión de querer controlar todo, saberlo todo, devastar
todo; que nace del olvido de la gratitud frente al don de la vida y a tanto
bien recibido.
Detente
un poco ante el ruido ensordecedor que atrofia y aturde nuestros oídos y nos
hace olvidar del poder fecundo y creador del silencio.
Detente
un poco ante la actitud de fomentar sentimientos estériles, infecundos, que brotan
del encierro y la auto-compasión y llevan al olvido de ir al encuentro de los
otros para compartir las cargas y sufrimientos.
Detente
ante la vacuidad de lo instantáneo, momentáneo y fugaz que nos priva de las
raíces, de los lazos, del valor de los procesos y de sabernos siempre en
camino.
¡Detente
para mirar y contemplar!
Mira
los signos que impiden apagar la caridad, que mantienen viva la llama de la fe
y la esperanza. Rostros vivos de la ternura y la bondad operante de Dios en
medio nuestro.
Mira
el rostro de nuestras familias que siguen apostando día a día, con mucho
esfuerzo para sacar la vida adelante y, entre tantas premuras y penurias, no
dejan todos los intentos de hacer de sus hogares una escuela de amor.
Mira
el rostro interpelante de nuestros niños y jóvenes cargados de futuro y
esperanza, cargados de mañana y posibilidad, que exigen dedicación y
protección. Brotes vivientes del amor y de la vida que siempre se abren paso en
medio de nuestros cálculos mezquinos y egoístas.
Mira
el rostro surcado por el paso del tiempo de nuestros ancianos; rostros
portadores de la memoria viva de nuestros pueblos. Rostros de la sabiduría
operante de Dios.
Mira el rostro de nuestros enfermos y de tantos que se hacen
cargo de ellos; rostros que en su vulnerabilidad y en el servicio nos recuerdan
que el valor de cada persona no puede ser jamás reducido a una cuestión de
cálculo o de utilidad.
Mira
el rostro arrepentido de tantos que intentan revertir sus errores y
equivocaciones y, desde sus miserias y dolores, luchan por transformar las
situaciones y salir adelante.
Mira
y contempla el rostro del Amor crucificado, que hoy desde la cruz sigue siendo
portador de esperanza; mano tendida para aquellos que se sienten crucificados,
que experimentan en su vida el peso de sus fracasos, desengaños y desilusión.
Mira
y contempla el rostro concreto de Cristo crucificado por amor a todos y sin
exclusión. ¿A todos? Sí, a todos. Mirar su rostro es la invitación
esperanzadora de este tiempo de Cuaresma para vencer los demonios de la
desconfianza, la apatía y la resignación. Rostro que nos invita a exclamar: ¡El
Reino de Dios es posible!
Detente,
mira y vuelve. Vuelve a la casa de tu Padre. ¡Vuelve!, sin miedo, a los brazos
anhelantes y expectantes de tu Padre rico en misericordia (cf. Ef 2,4) que te
espera.
¡Vuelve!,
sin miedo, este es el tiempo oportuno para volver a casa; a la casa del Padre
mío y Padre vuestro (cf. Jn 20,17). Este es el tiempo para dejarse tocar el
corazón… Permanecer en el camino del mal es sólo fuente de ilusión y de
tristeza. La verdadera vida es algo bien distinto y nuestro corazón bien lo
sabe. Dios no se cansa ni se cansará de tender la mano (cf. Bula Misericordiae
vultus, 19).
¡Vuelve!,
sin miedo, a participar de la fiesta de los perdonados.
¡Vuelve!,
sin miedo, a experimentar la ternura sanadora y reconciliadora de Dios. Deja
que el Señor sane las heridas del pecado y cumpla la profecía hecha a nuestros
padres: «Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les
arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne» (Ez
36,26).
¡Detente,
mira y vuelve!
Contemplación
Amado Señor,en este día; miércoles de ceniza, renovamos nuestra conversión
cristiana,reconocemos que del polvo venimos y a el iremos.
En este día demostramos nuestra fidelidad a Ti,
En este día demostramos nuestra fidelidad a Ti,
Aceptando con un "Si" o "Amén" el ser tuyos;Tanto es tu Amor
y poco es lo que te damos comparándolo con
y poco es lo que te damos comparándolo con
todo lo que tu diste y das por toda la humanidad.
Entrega y Redención; salvación pasando de la muerte a la vida eterna
Grande es el Señor, bendito es por todo el universo:El es "Dios Hijo," quien vino
por amor a todos los hombres, a enseñarnos su Evangelio, Palabra y Verdad.
Nos demostró que El ; es Camino, Verdad y Vida:
que conducen por la luz y la felicidad.
Lo dio todo hasta su propia vida por amor, padeciendo,cruelmente muerte
de Cruz y Calvario, pagando gran precio;por nuestros pecados y maldades.
Amado Señor la humanidad toda, está en deuda con "Jesucristo"es muy triste,el no ver señales de arrepentimiento,el mundo convertido en un caos,
No hay signos,de conciencia o arrepentimiento por los errores, violencia,
maldad y dolorosos pecados que se cometen contra el justo.
Tampoco hay expresiones capaces de reconocer, Tú acto de Amor.
Nosotros los cristianos con esperanza y fe, en penitencia y oración
esperamos los tiempos prometidos de Justicia,de Paz y Libertad.
Señor te Amo.
Perla
Aci Prensa
Cuaresma es un importante tiempo litúrgico en el que la Iglesia llama a los fieles
a la penitencia y conversión para prepararse bien a vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.
Aci Prensa
Cuaresma es un importante tiempo litúrgico en el que la Iglesia llama a los fieles
a la penitencia y conversión para prepararse bien a vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.
La
Cuaresma tiene una duración de 40 días y es un tiempo especial en el que los
católicos son invitados a convertirse. Aquí te presentamos 5 puntos importantes
a tener en cuenta:
1. Oración, mortificación y caridad: Las tres grandes prácticas
cuaresmales
La
oración es la condición indispensable para el encuentro con Dios. En la
oración, el cristiano ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la
gracia entre en su corazón y, como la Virgen María, se abre a la acción del
Espíritu Santo dando una respuesta libre y generosa (ver Lc 1,38).
La
mortificación se realiza cotidianamente y sin necesidad de hacer grandes
sacrificios. Con ella se ofrece a Cristo aquellos momentos que generan
molestias y se acepta con humildad y alegría las adversidades.
De
la misma manera, saber renunciar a ciertas cosas legítimas ayuda a vivir el
desapego y el desprendimiento. Dentro de esta práctica cuaresmal están el ayuno
y la abstinencia que será explicadas más adelante.
La
caridad es necesaria como refiere San León Magno: “si deseamos llegar a la
Pascua santificados en nuestro ser, debemos poner un interés especialísimo en
la adquisición de esta virtud, que contiene en sí a las demás y cubre multitud
de pecados".
Sobre esta práctica San Juan Pablo II explica que está enraizada
"en lo más hondo del corazón humano: toda persona siente el deseo de
ponerse en contacto con los otros, y se realiza plenamente cuando se da
libremente a los demás".
2. El ayuno y la abstinencia
El
ayuno consiste en ingerir una sola comida "fuerte" al día, mientras
que la abstinencia consiste en no comer carne. Con ambos sacrificios se
reconoce la necesidad de hacer obras por el bien de la Iglesia y en reparación
de nuestros pecados.
Además,
en esta práctica se incluye dejar de lado las necesidades terrenales para
redescubrir la necesidad de la vida del cielo. "No solo de pan vive el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4).
El
ayuno no prohíbe tomar un poco de alimento por la mañana y por la noche. Es
obligatorio desde los 18 hasta los 59 años.
En
el caso de la abstinencia, si bien se refiere a no comer carnes, no impide el
consumo de huevos, lácteos y cualquier condimento con grasa animal. La
abstinencia se observa todos los viernes del año y es obligatoria desde los 14
años.
3. La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y termina el
Jueves Santo
Con
el Miércoles de Ceniza comienzan los 40 días de preparación para la Pascua. Ese
día el sacerdote bendice e impone las cenizas hechas de las palmas bendecidas
en el Domingo de Ramos del año anterior.
Estas
son impuestas haciendo la señal de la cruz en la frente y pronunciando las
palabras bíblicas: «acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás», o
«Conviértete y cree en el Evangelio». La ceniza representa un signo de humildad
y le recuerda al cristiano su origen y su fin.
La
Cuaresma termina en el Jueves Santo. Ese día la Iglesia conmemora la Última
Cena en la que el Señor comió con sus apóstoles antes de ser crucificado el
Viernes Santo.
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