¿Por qué rezar el Vía Crucis?
6 razones del Papa Francisco
El Vía Crucis es una antigua tradición en la Iglesia Católica
que surgió de las peregrinaciones que los cristianos realizaban a Tierra Santa
y encierra un rico y profundo significado, sobre todo para vivir la Cuaresma.
Aquí 6 razones del Papa Francisco para rezar el Vía Crucis.
El
Vía Crucis se realiza tradicionalmente los días viernes, y especialmente
durante la Cuaresma esta devoción se intensifica aún más. A continuación,
algunas claves que el Pontífice dio el 26 de julio del 2013, en la JMJ Río,
para entender mejor el significado de la cruz:
1.- Nos permite poner nuestra confianza en
Dios
“En
la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia. Y es
un amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer. Queridos jóvenes,
fiémonos de Jesús, confiemos en Él (cf. Lumen fidei, 16). Porque Él nunca defrauda a nadie.
Sólo en Cristo muerto y resucitado encontramos la salvación y redención”.
2.- Nos ubica en la historia
“Miren, Jesús con su Cruz recorre nuestras calles y carga
nuestros miedos, nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más
profundos. Con la Cruz, Jesús se une al silencio de las víctimas de la
violencia, que ya no pueden gritar, sobre todo los inocentes y los indefensos”.
“Con
la Cruz Jesús se une a todas las personas que sufren hambre… está junto a
tantas madres y padres que sufren al ver a sus hijos víctimas de paraísos
artificiales, como la droga… se une a quien es perseguido por su religión, por
sus ideas, o simplemente por el color de su piel”.
3.- Nos interpela
“Vos,
¿como quien querés ser? ¿Querés ser como Pilato, que no tiene la valentía de ir
a contracorriente, para salvar la vida de Jesús, y se lava las manos? Decidme:
Vos, sos de los que se lavan las manos, se hacen los distraídos y miran para
otro lado, o sos como el Cireneo, que ayuda a Jesús a llevar aquel madero
pesado, como María y las otras mujeres, que no tienen miedo de acompañar a
Jesús hasta el final, con amor, con ternura”.
4.- Nos lleva a la acción
“Nos
enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien
sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto.
La Cruz nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de ellos y
tenderles la mano”.
5.- Nos
anima a seguir el camino
“En
la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el
nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda
nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevás vos solo. Yo la llevo con vos
y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida (cf. Jn
3,16)”.
6.- Nos da certeza del amor fiel de Dios
“Llevemos
nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros fracasos a la Cruz de
Cristo; encontraremos un Corazón abierto que nos comprende, nos perdona, nos
ama y nos pide llevar este mismo amor a nuestra vida, amar a cada hermano o
hermana nuestra con ese mismo amor”.
TEXTO : Discurso
del Papa Francisco en Vía Crucis con los jóvenes en JMJ Río 2013
Queridísimos jóvenes
Hemos
venido hoy aquí para acompañar a Jesús a lo largo de su camino de dolor y de
amor, el camino de la Cruz, que es uno de los momentos fuertes de la Jornada
Mundial de la Juventud.
Al
concluir el Año Santo de la Redención, el beato Juan Pablo II quiso confiarles
a ustedes, jóvenes, la Cruz diciéndoles: “Llévenla por el mundo como signo del
amor de Jesús a la humanidad, y anuncien a todos que sólo en Cristo muerto y
resucitado hay salvación y redención” (Palabras al entregar la cruz del Año
Santo a los jóvenes, 22 de abril de 1984: Insignemente VII,1 (1984), 1105).
Desde
entonces, la Cruz ha recorrido todos los continentes y ha atravesado los más
variados mundos de la existencia humana, quedando como impregnada de las
situaciones vitales de tantos jóvenes que la han visto y la han llevado.
Nadie
puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevar
consigo algo de la cruz de Jesús a la propia vida.
Esta
tarde, acompañando al Señor, me gustaría que resonasen en sus corazones tres
preguntas: ¿Qué han dejado ustedes en la Cruz, queridos jóvenes de Brasil, en
estos dos años en los que ha recorrido su inmenso país? Y ¿qué ha dejado la
Cruz en cada uno de ustedes? Y, finalmente, ¿qué nos enseña para nuestra vida
esta Cruz?
1. Una antigua tradición de la Iglesia de Roma cuenta que el
apóstol Pedro, saliendo de la ciudad para huir de la persecución de Nerón, vio
que Jesús caminaba en dirección contraria y enseguida le preguntó: “Señor,
¿adónde vas?”. La respuesta de Jesús fue: “Voy a Roma para ser crucificado de
nuevo”.
En
aquel momento, Pedro comprendió que tenía que seguir al Señor con valentía,
hasta el final, pero entendió sobre todo que nunca estaba solo en el camino;
con él estaba siempre aquel Jesús que lo había amado hasta morir en la Cruz.
Miren,
Jesús con su Cruz recorre nuestras calles para cargar con nuestros miedos,
nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más profundos.
Con
la Cruz, Jesús se une al silencio de las víctimas de la violencia, que no
pueden ya gritar, sobre todo los inocentes y los indefensos; con ella, Jesús se
une a las familias que se encuentran en dificultad, que lloran la trágica
pérdida de sus hijos, como
en el caso de los 242 jóvenes víctimas en el incendio de la ciudad de Santa
María en el incendio de este año recemos por ellos.
O
que sufren al verlos víctimas de paraísos artificiales como la droga; con ella,
Jesús se une a todas las personas que sufren hambre en un mundo que cada día
tira toneladas de alimentos; con ella, Jesús se une a quien es perseguido por
su religión, por sus ideas, o simplemente por el color de su piel; en ella,
Jesús se une a tantos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones
políticas porque ven el egoísmo y la corrupción, o que han perdido su fe en la
Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los
ministros del Evangelio.
En
la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el
nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda
nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevas tú solo. Yo la llevo contigo y
yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida (cf. Jn
3,16).
2.
Y así podemos responder a la segunda pregunta: ¿Qué ha dejado la Cruz en los
que la han visto, en los que la han tocado? ¿Qué deja en cada uno de nosotros?
Deja un bien que nadie más nos puede dar: la certeza del amor indefectible de
Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona,
entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también
en la muerte para vencerla y salvarnos.
En
la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, su inmensa misericordia. Y es un
amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer.
Queridos
jóvenes, fiémonos de Jesús, confiemos totalmente en Él (cf. Lumen fidei,
16). porque Él nunca
defrauda a nadie.
Sólo en Cristo muerto y resucitado encontramos salvación y
redención. Con Él, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última
palabra, porque Él nos da esperanza y vida: ha transformado la Cruz de ser instrumento
de odio, de derrota, de muerte, en un signo de amor, de victoria y de vida.
El
primer nombre de Brasil fue precisamente “Terra de Santa Cruz”. La Cruz de
Cristo fue plantada no sólo en la playa hace más de cinco siglos, sino también
en la historia, en el corazón y en la vida del pueblo brasileño, y en muchos
otros. A Cristo que sufre lo sentimos cercano, uno de nosotros que comparte
nuestro camino hasta el final. No hay en nuestra vida cruz, pequeña o grande,
que el Señor no comparta con nosotros.
3.
Pero la Cruz nos invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña
así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre,
a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto, y a
salir de nosotros mismos para ir a su encuentro y tenderles la mano.
Muchos
rostros han acompañado a Jesús en su camino al Calvario: Pilato, el Cireneo,
María, las mujeres… También nosotros podemos ser para los demás como Pilato,
que no tiene la valentía de ir contracorriente para salvar la vida de Jesús y
se lava las manos.
Queridos
amigos, la Cruz de Cristo nos enseña a ser como el Cireneo, que ayuda a Jesús a
llevar aquel madero pesado, como María y las otras mujeres, que no tienen miedo
de acompañar a Jesús hasta el final, con amor, con ternura. Y tú, ¿cómo quién
eres? ¿Cómo Pilato, como el Cireneo, como María? Jesús te está mirando ahora y te dice ¿Me
quieres ayudar a llevar la cruz?.
Queridos
jóvenes, llevemos nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros fracasos a
la Cruz de Cristo; encontraremos un Corazón abierto que nos comprende, nos
perdona, nos ama y nos pide llevar este mismo amor a nuestra vida, amar a cada
hermano o hermana nuestra con ese mismo amor. Que así sea.
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