domingo, 8 de septiembre de 2019

VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE FRANCISCO : EN ÁFRICA

Desde Akamasoa, p. Opeka: 

“pido a multinacionales 

solidaridad con sus obreros



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Oración del Santo Padre
Dios, Padre Nuestro, creador del cielo y de la tierra,
te damos gracias por habernos reunido como hermanos en este lugar,
ante esta roca rota por el trabajo del hombre,
te pedimos por todos los trabajadores.
Por aquellos que trabajan con sus manos,
y con un enorme esfuerzo físico.
Cuida sus cuerpos del desgaste excesivo,
que no les falte la ternura y la capacidad para acariciar
a sus hijos y jugar con ellos.
Concédeles constantemente la fortaleza del alma y la salud del cuerpo
para que no sean esclavos del peso de su oficio.
Haz que el fruto del trabajo
les permita asegurar dignamente la subsistencia de sus familias.
Que encuentren en ellas, cada noche, calor, descanso y aliento,
y que juntos, reunidos bajo tu mirada,
conozcan la auténtica alegría.
Que nuestras familias sepan que la alegría de ganarse el pan
es plena cuando ese pan se comparte;
que nuestros niños no sean forzados a trabajar,
puedan ir a la escuela y perseverar en sus estudios,
y sus maestros ofrezcan tiempo a esta tarea,
sin necesitar de otras actividades para el sustento cotidiano.
Dios de justicia, toca el corazón de los empresarios y los dirigentes:
Que hagan todo lo posible
por asegurar a los trabajadores un salario digno,
y unas condiciones que respeten la dignidad de la persona humana.
Hazte cargo con tu paternal misericordia
de los que no tienen trabajo,
y haz que el desempleo —causa de tantas miserias—
desaparezca de nuestra sociedad.
Que cada uno conozca la alegría y la dignidad
de ganarse el propio pan para llevarlo a su casa y
mantener a su familia.
Padre, crea entre los trabajadores un espíritu de auténtica solidaridad.
Que sepan estar atentos unos a otros,
que se animen mutuamente, que apoyen a los que están agobiados, levanten a los que han caído.
Que, ante la injusticia, sus corazones no cedan a la ira, al rencor,
a la amargura, sino que mantengan viva la esperanza
de ver un mundo mejor y trabajar para alcanzarlo.
Que sepan, juntos, de manera constructiva,
hacer valer sus derechos, y que sus voces sean escuchadas.
Dios, Padre Nuestro, tú has dado como protector de
los trabajadores del mundo entero a san José,
padre adoptivo de Jesús,
esposo valiente de la Virgen María.
A Él le confío a todos los que trabajan aquí, en Akamasoa,
así como a todos los trabajadores de Madagascar,
especialmente los que tienen una vida precaria y difícil.
Que él los guarde en el amor de tu Hijo
y los sostengan en sus vidas y en sus esperanzas.
Amén.

8 de septiembre de 2019 2:51 am | ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN HOY 3:01 am

Homilía del Papa Francisco en la Misa celebrada ante un millón de fieles en Madagascar

Redacción ACI Prensa

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El Evangelio nos dice que «mucha gente acompañaba a Jesús» (Lc 14,25). Como esas multitudes que se agrupaban a lo largo del camino de Jesús, muchos de vosotros habéis venido para acoger su mensaje y para seguirlo. Pero bien sabéis que el seguimiento de Jesús no es fácil. No es relajante. Vosotros no habéis reposado y muchos de vosotros habéis pasado la noche aquí. El evangelio de Lucas nos recuerda, en efecto, las exigencias de este compromiso.

Es importante evidenciar cómo estas exigencias se dan en el marco de la subida de Jesús a Jerusalén, entre la parábola del banquete donde la invitación está abierta a todos —especialmente para aquellos rechazados que viven en las calles y plazas, en el cruce de caminos—; y las tres parábolas llamadas de la misericordia, donde también se organiza fiesta cuando lo perdido es hallado, cuando quien parecía muerto es acogido, celebrado y devuelto a la vida en la posibilidad de un nuevo comenzar. Toda renuncia cristiana tiene sentido a la luz del gozo y la fiesta del encuentro con Jesucristo.
La primera exigencia nos invita a mirar nuestros vínculos familiares. La vida nueva que el Señor nos propone resulta incómoda y se transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que creen que el acceso al Reino de los Cielos sólo puede limitarse o reducirse a los vínculos de sangre, a la pertenencia a determinado grupo, clan o cultura particular.
Cuando el “parentesco” se vuelve la clave decisiva y determinante de todo lo que es justo y bueno se termina por justificar y hasta “consagrar” ciertas prácticas que desembocan en la cultura de los privilegios y la exclusión — favoritismos, amiguismos y, por tanto, corrupción—. La exigencia del Maestro nos lleva a levantar la mirada y nos dice: cualquiera que no sea capaz de ver al otro como hermano, de conmoverse con su vida y con su situación, más allá de su proveniencia familiar, cultural, social «no puede ser mi discípulo» (Lc 14,26). Su amor y entrega es una oferta gratuita por todos y para todos.
La segunda exigencia nos muestra lo difícil que resulta el seguimiento del Señor cuando se quiere identificar el Reino de los Cielos con los propios intereses personales o con la fascinación por alguna ideología que termina por instrumentalizar el nombre de Dios o la religión para justificar actos de violencia, segregación e incluso homicidio, exilio, terrorismo y marginación.
La exigencia del Maestro nos anima a no manipular el Evangelio con tristes reduccionismos sino a construir la historia en fraternidad y solidaridad, en el respeto gratuito de la tierra y de sus dones sobre cualquier forma de explotación; animándonos a vivir el «diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio» (Documento sobre la fraternidad humana, Abu Dhabi, 4 febrero 2019); no cediendo a la tentación de ciertas doctrinas incapaces de ver crecer juntos el trigo y la cizaña en la espera del dueño de la mies (cf. Mt 13,24-30).
Y, por último, ¡qué difícil puede resultar compartir la vida nueva que el Señor nos regala cuando continuamente somos impulsados a justificarnos a nosotros mismos, creyendo que todo proviene exclusivamente de nuestras fuerzas y de aquello que poseemos, cuando la carrera por la acumulación se vuelve agobiante y abrumadora —como escuchamos en la primera lectura— exacerbando el egoísmo y el uso de medios inmorales!
La exigencia del Maestro es una invitación a recuperar la memoria agradecida y reconocer que, más bien que una victoria personal, nuestra vida y nuestras capacidades son fruto de un regalo (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 55) tejido entre Dios y tantas manos silenciosas de personas de las cuales sólo llegaremos a conocer sus nombres en la manifestación del Reino de los Cielos.
Con estas exigencias, el Señor quiere preparar a sus discípulos a la fiesta de la irrupción del Reino de Dios liberándolos de ese obstáculo dañino, en definitiva, una de las peores esclavitudes: el vivir para sí. Es la tentación de encerrarse en pequeños mundos que termina dejando poco espacio para los demás: ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.
Muchos, al encerrarse, pueden sentirse “aparentemente” seguros, pero terminan por convertirse en personas resentidas, quejosas, sin vida. Esa no es la opción de una vida digna y plena, ese no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2).
En el camino hacia Jerusalén, el Señor, con estas exigencias, nos invita a levantar la mirada, a ajustar las prioridades y sobre todo a crear espacios para que Dios sea el centro y eje de nuestra vida.
Miremos nuestro entorno, ¡cuántos hombres y mujeres, jóvenes, niños sufren y están totalmente privados de todo! Esto no pertenece al plan de Dios. Cuán urgente es esta invitación de Jesús a morir a nuestros encierros, a nuestros individualismos orgullosos para dejar que el espíritu de hermandad —que surge del costado abierto de Jesucristo, de donde nacemos como familia de Dios— triunfe, y donde cada uno pueda sentirse amado, porque es comprendido, aceptado y valorado en su dignidad.
«Ante la dignidad humana pisoteada, a menudo permanecemos con los brazos cruzados o con los brazos caídos, impotentes ante la fuerza oscura del mal. Pero el cristiano no puede estar con los brazos cruzados, indiferente, ni con los brazos caídos, fatalista: ¡no! El creyente extiende su mano, como lo hace Jesús con él» (Homilía con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres, 18 noviembre 2018).
La Palabra de Dios que hemos escuchado nos invita a reanudar el camino y a atrevernos a dar ese salto cualitativo y adoptar esta sabiduría del desprendimiento personal como la base para la justicia y para la vida de cada uno de nosotros: porque juntos podemos darle batalla a todas esas idolatrías que llevan a poner el centro de nuestra atención en las seguridades engañosas del poder, de la carrera y del dinero y en la búsqueda patológica de glorias humanas.
Las exigencias que indica Jesús dejan de ser pesantes cuando comenzamos a gustar la alegría de la vida nueva que él mismo nos propone: la alegría que nace de saber que Él es el primero en salir a buscarnos al cruce de caminos, también cuando estábamos perdidos como aquella oveja o ese hijo pródigo. Que este humilde realismo nos impulse a asumir grandes desafíos, y os dé las ganas de hacer de vuestro bello país un lugar donde el Evangelio se haga vida, y la vida sea para mayor gloria de Dios.
Decidamos y hagamos nuestros los proyectos del Señor
Contemplaciòn:
Ruego a la Madre del Señor y nuestra,en este dìa en que
conmemoramos su natividad, nos ayude a sus hijos
 y  proteja al Santo Padre Francisco de todo mal.
Ruego para que los argentino escuchemos atentamente,
su mensaje, especialmente los hombres y mujeres que se
postulan para gobernar a esta Naciòn, su Patria y  nuestra.
Queda bien claro que debemos cambiar, dado que lo que usted
expresa en sus enseñanzas que responden  es  decir

 aconsejando corregir el mal que hay en muchas personas en el

mundo aqui tambien hay argentinos  egoísmos, corrupciòn, injusticias

  conductas erradas que nos han llevado y nos llevan al 
fracaso y sufrimiento,de los más vulnerables, muchas veces   
usados incitandolos a la violencia y  enfrentamiento entre hermanos,

ideologías que solo logran desunión  provocando dolor y angustia.
Tanto los poderosos como los no poderosos ;el comun de los 
ciudadanos debemos poner punto final al egoísmo y comprometernos
a ser voz sin violencia, al reclamando de hombres, mujeres niños 
ancianos dejados como descarte social.
Debemos ver y comprender que estamos mal: saber decir discernir 
 estas situaciones en que volvemos a caer una y otra vez en la 
pobreza espiritual , temporal y moral.
Nosotros su rebaño debemos acompañarlo con nuestra oración y amor
en esta difícil tarea que usted realiza por el mundo llevando
 el mensaje exigencias de Jesùs el Señor, como usted dice porque ;Êl

sale al cruce para buscar a la oveja perdida, y es el que espera al hijo

pródigo.
Repetimos sus enseñanzas deseando para argentina,  frases que

usted expresara en el campo diocesano de Madagascar:
"Que este humilde realismo nos impulse a asumir grandes desafíos, y os dé las ganas de hacer de vuestro bello país un lugar donde el Evangelio se haga vida, y la vida sea para mayor gloria de Dios."

"Decidamos y hagamos nuestros los proyectos del Señor"
Perla



septiembre dìa 7

Campo Diocesano de Soamandrakizay
Vigilia del Santo Padre  con 100 jóvenes
El Papa Francisc llegando al campo diocesano de Soamandrakizay, en Madagascar / Crédito: Edward Pentin


El Papa Francisco llega a Madagascar, segunda etapa de su visita en África


Discurso del Papa Francisco ante las autoridades de Madagascar

Redacción ACI Prensa


El Papa conversa con el presidente de Madagascar. Foto: Vatican Media


El Papa Francisco habló ante las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático de Madagascar en el primer acto de su agenda oficial en la isla situada frente a las costas africanas, donde se encuentra de viaje apostólico desde ayer, viernes 6 de septiembre, después de dejar Mozambique
En su discurso, pronunciado en el Palacio Presidencial de Iavoloha, en la capital Antananarivo, el Santo Padre puso en valor los esfuerzos democratizadores de Madagascar, pero pidió también un mayor esfuerzo en la lucha contra la corrupción y la degradación medioambiental, que arrastran a la población a una espiral de pobreza de la que resulta difícil salir.
“Es importante entonces crear empleos y actividades generadoras de ingresos, que preserven el medio ambiente y ayuden a las personas a salir de la pobreza. En otras palabras, no puede haber un planteamiento ecológico real y un trabajo concreto de salvaguardar el medio ambiente sin la integración de una justicia social que otorgue el derecho al destino común de los bienes de la tierra para las generaciones actuales, así como las futuras”.
A continuación, el texto completo del discurso del Papa Francisco:
Señor Presidente,
Señor Primer Ministro,
Miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático,
Distinguidas Autoridades,
Representantes de diversas confesiones religiosas y de la sociedad civil,
Señoras y señores:
Saludo cordialmente al Presidente de la República de Madagascar y le agradezco su amable invitación a visitar este hermoso país, así como las palabras de bienvenida que me ha dirigido. También saludo al Primer Ministro, a los miembros del Gobierno, del Cuerpo Diplomático y de la sociedad civil.
Extiendo un saludo fraternal a los obispos, a los miembros de la Iglesia Católica, a los representantes de otras confesiones cristianas y diferentes religiones. Doy las gracias a todas las personas e instituciones que han hecho posible este viaje, especialmente al Pueblo malgache que nos recibe con gran hospitalidad.
En el preámbulo de la Constitución de la República, ustedes han querido sellar uno de los valores fundamentales de la cultura malgache: el fihavanana, que evoca el espíritu de compartir, de ayuda mutua y de solidaridad. En él está incluida también la importancia del parentesco, la amistad, y la buena voluntad entre los hombres y con la naturaleza.
De este modo se pone de manifiesto el “alma” de vuestro pueblo y esas notas particulares que lo distinguen, lo constituyen y le permiten resistir con valentía y abnegación las múltiples contrariedades y dificultades a las que se ha de enfrentar a diario.
Si tenemos que reconocer, valorar y agradecer esta tierra bendecida por su belleza e incontable riqueza natural, no es cosa menor hacerlo también por esa “alma” que les brinda la fuerza para permanecer comprometidos con la aina (es decir con la vida) como bien lo recordó el Rev. Padre Antonio de Padua Rahajarizafy, S.J.
Desde la recuperación de la independencia, vuestra nación aspira a la estabilidad y a la paz, implementando una positiva alternancia democrática que demuestra el respeto por la complementariedad de estilos y proyectos. Lo cual deja de manifiesto que «la política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre» (Mensaje para la 52 Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2019), cuando la viven como servicio a la comunidad humana.
Es claro, por tanto, que la función y la responsabilidad política son un desafío continuo para quienes tienen la misión de servir y proteger a sus conciudadanos, especialmente a los más vulnerables, y fomentar las condiciones para un desarrollo digno y justo involucrando a todos los actores de la sociedad civil.
Puesto que, como bien recordaba san Pablo VI, el desarrollo de una nación «no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre» (Carta enc. Populorum Progressio, 14).
A este respecto, los aliento a luchar con fuerza y determinación contra todas las formas endémicas de corrupción y especulación que aumentan la disparidad social, y a enfrentar las situaciones de gran precariedad y exclusión que producen siempre condiciones de pobreza inhumana.
De ahí la necesidad de establecer todas las mediaciones estructurales que garanticen una mejor distribución de los ingresos y una promoción integral de todos los habitantes especialmente de los más pobres. Esa promoción no se puede limitar solo a la ayuda asistencial sino al reconocimiento en cuanto sujetos de derecho llamados a la plena participación en la construcción de su futuro (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 204-205).
Además, hemos aprendido que no se puede hablar de desarrollo integral sin prestarle atención y cuidado a nuestra casa común. No se trata solamente de encontrar los medios para preservar los recursos naturales sino de «buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales, porque no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental» (Carta enc. Laudato si’, 139).
Vuestra hermosa isla de Madagascar es rica en biodiversidad vegetal y animal, y semejante riqueza se encuentra particularmente en peligro por la deforestación excesiva en beneficio de unos pocos; su degradación compromete el futuro del país y el de nuestra casa común. Como ustedes saben, las últimas selvas están amenazadas por los incendios forestales, la caza furtiva, la tala desenfrenada de árboles de maderas preciosas.
La biodiversidad vegetal y animal, está en peligro por el contrabando y las exportaciones ilegales. Es cierto también que, para las poblaciones afectadas, muchas de estas actividades que dañan el medioambiente son las que provisoriamente aseguran su supervivencia.
Es importante entonces crear empleos y actividades generadoras de ingresos, que preserven el medio ambiente y ayuden a las personas a salir de la pobreza. En otras palabras, no puede haber un planteamiento ecológico real y un trabajo concreto de salvaguardar el medio ambiente sin la integración de una justicia social que otorgue el derecho al destino común de los bienes de la tierra para las generaciones actuales, así como las futuras.
En este camino todos debemos comprometernos, también la comunidad internacional. Muchos de sus miembros están presentes hoy aquí. Hay que reconocer la ayuda que estas organizaciones internacionales han brindado para el desarrollo del país y que hace visible la apertura de Madagascar al mundo.
El riesgo será que esa apertura se transforme en una supuesta “cultura universal” que menosprecie, menoscabe y suprima el patrimonio cultural de cada pueblo. La globalización económica, cuyos límites son cada vez más obvios, no debería generar una homogeneización cultural.
Si tomamos parte de un proceso donde respetemos las prioridades y formas de vida autóctonas y donde se cumplan las expectativas de los ciudadanos, lograremos que la ayuda proporcionada por la comunidad internacional no sea la única garantía del desarrollo del país; será el propio pueblo quién se hará cargo gradualmente de sí mismo, convirtiéndose en artesano de su destino.
Por eso debemos prestar especial atención y respeto a la sociedad civil local. Al apoyar sus iniciativas y sus acciones, se escuchará más la voz de los que no tienen voz así como las diversas armonías, incluso contradictorias, de una comunidad nacional que siempre busca su unidad. Los invito a soñar en este camino donde nadie quede al margen, o vaya solo o se pierda.
Como Iglesia queremos imitar la actitud de diálogo de vuestra conciudadana, la beata Victoria Rasoamanarivo, que Juan Pablo II beatificó durante su visita, treinta años atrás. Su testimonio de amor a su tierra y tradiciones, el servicio a los más pobres como signo de su fe en Jesucristo, nos muestra el camino que también estamos llamados a recorrer.
Señor Presidente, señoras y señores: Deseo reiterar la voluntad y disponibilidad de la Iglesia católica en Madagascar para contribuir, en un diálogo permanente con los cristianos de otras confesiones, con los miembros de las diferentes religiones y con todos los protagonistas de la sociedad civil, al advenimiento de una verdadera fraternidad que siempre valore el fihavanana, promoviendo el pleno desarrollo humano para que nadie quede excluido.
Con esta esperanza, le pido a Dios que bendiga a Madagascar y a los que aquí viven, que mantenga vuestra hermosa isla en paz y acogedora, y que la haga próspera y feliz.

Papa Francisco en Madagascar planta un baobab y bendice sobrevivientes de epidemia

El Papa Francisco planta un árbol baobab en Madagascar. Foto: Vatican Media
Monasterio Carmelitas Descalzas
El Papa Francisco en el Monasterio Carmelita de Antananaribo. Foto: VAMP Pool

El Papa Francisco visitó un Monasterio de clausura de monjas carmelitas descalzas en Madagascar este sábado 7 de septiembre en el marco de su viaje apostólico que está realizando en África.
Tras su visita de cortesía al Presidente de la República, su encuentro con las autoridades civiles y el cuerpo diplomático de Madagascar, el Santo Padre se dirigió en coche al monasterio de las carmelitas descalzas de Antananarivo en donde lo recibieron casi 100 religiosas contemplativas procedentes de diferentes monasterios del país y, en el exterior de la capilla, alrededor de 70 novicias.
A su llegada, el Pontífice fue recibido por la priora del monasterio, sor María Magdalena de la Anunciación quien dijo en francés unas palabras de bienvenida.
Después, el Papa Francisco rezó la hora media con ellas y predicó una breve homilía espontánea en italiano, que era traducido por un sacerdote de Madagascar, mientras que entregó el discurso preparado a las presentes para que lo pudieran reflexionar.
A continuación, la homilía del Papa Francisco que había sido preparado para la visita de este Monasterio de Carmelitas descalzas y que entregó a las religiosas:
Querida Madre Magdalena de la Anunciación, queridas hermanas:
Agradezco la cálida bienvenida, así como sus palabras, querida Madre, que son como el eco de todas las monjas contemplativas de varios monasterios de este país. Les agradezco, queridas hermanas, por dejar por un momento la clausura, para manifestar su comunión conmigo y con la vida y misión de toda la iglesia, especialmente la de Madagascar.
Doy gracias por su presencia, por su fidelidad, por el testimonio luminoso de Jesucristo que ofrecen a la comunidad. En este país hay pobreza, es verdad, ¡pero también hay mucha riqueza! Rico en bellezas naturales, humanas y espirituales. Hermanas, ustedes también participan de esta belleza de Madagascar, de su gente y de la Iglesia, porque es la belleza de Cristo la que brilla en sus rostros y en sus vidas. Sí, gracias a ustedes, la Iglesia en Madagascar es aún más hermosa a los ojos del Señor y también a los ojos de todo el mundo.
Los tres salmos de la liturgia de hoy expresan la angustia del salmista en un momento de prueba y peligro. Permitanme detenerme en el primero, es decir sobre la parte del Salmo 119, el más largo del salterio, compuesto de ocho versos por cada letra del alfabeto hebreo. Sin duda su autor es un hombre de contemplación, alguien que sabe dedicarle tiempos largos y bellos a la oración. En el pasaje de hoy, la palabra que aparece varias veces y le da tonalidad a todo es “consumir”, usada sobre todo en dos sentidos.
El orante se consume por el deseo del encuentro con Dios. Ustedes son testimonio vivo de ese deseo inextinguible en el corazón de todos los hombres. En medio de las múltiples ofertas que pretenden —pero no pueden— saciar el corazón, la vida contemplativa es la antorcha que lleva al único fuego perenne, «la llama de amor viva que tiernamente hiere» (san Juan de la Cruz). Ustedes representan «visiblemente la meta hacia la cual camina toda la comunidad eclesial que «se encamina por las sendas del tiempo con la mirada fija en la futura recapitulación de todo en Cristo, preanunciando de este modo la gloria celestial» (Const. ap. Vultum dei quaerere, 2).
Siempre estamos tentados de saciar el deseo de lo eterno con cosas efímeras. Nos vemos expuestos a mares embravecidos que sólo terminan ahogando la vida y el espíritu: «Como el marinero en alta mar necesita el faro que indique la ruta para llegar al puerto, así el mundo les necesita a ustedes. Sean faros, para los cercanos y sobre todo para los lejanos. Sean antorchas que acompañan el camino de los hombres y de las mujeres en la noche oscura del tiempo. Sean centinelas de la aurora (cf. Is 21,11-12) que anuncian la salida del sol (cf. Lc 1,78). Con su vida transfigurada y con palabras sencillas, rumiadas en el silencio, indiquen a Aquel que es camino, verdad y vida (cf. Jn 14,6), al único Señor que ofrece plenitud a nuestra existencia y da vida en abundancia (cf. Jn 10,10). Como Andrés a Simón, griten: “Hemos encontrado al Señor” (cf. Jn 1,40); como María de Magdala la mañana de la Resurrección, anuncien: “He visto al Señor” (Jn 20,18)» (ibíd., 6).
Pero también el salmo habla de otro consumir: el que se refiere a la intención de los malvados, de quienes quieren acabar con el justo; ellos lo persiguen, le ponen trampas y lo quieren hacer caer. Un monasterio siempre es un espacio donde llegan los dolores del mundo, los de su pueblo. Que sus monasterios, respetando su carisma contemplativo y sus constituciones, sean lugares de acogida y escucha, especialmente de las personas más infelices.
Hoy nos acompañan dos madres que han perdido a sus hijos y representan todos los dolores de sus hermanos isleños. Estén atentas a los gritos y las miserias de los hombres y mujeres que están a su alrededor y que acuden a ustedes consumidos por el sufrimiento, la explotación y el desánimo. No sean de aquellas que escuchan sólo para aligerar su aburrimiento, saciar su curiosidad o recoger temas para conversaciones futuras.
En este sentido tienen una misión fundamental que llevar a cabo. La clausura les sitúa en el corazón de Dios y, por tanto, allí donde Él tiene su corazón. Escuchen el corazón del Señor para escucharlo también en sus hermanos y hermanas. La gente que les rodea es a menudo muy pobre, débil, agredida y herida de mil maneras; pero está llena de fe, y reconoce instintivamente en ustedes a testigos de la presencia de Dios, preciosas referencias para encontrarse con Él y obtener su ayuda.
Ante tanto dolor que los va consumiendo por dentro, que les roba la alegría y esperanza, y los hace sentir extranjeros, ustedes pueden ser un camino hacia esa roca que evocamos en otro de los salmos: «Escucha, oh Dios, mi clamor, atiende a mi súplica. Te invoco desde el confín de la tierra con el corazón abatido: llévame a una roca inaccesible» (Sal 60, 2,3).
¡La fe es el mayor bien de los pobres! Es de suma importancia que esta fe sea anunciada, fortalecida en ellos, que realmente los ayude a vivir y esperar. Y que la contemplación de los misterios de Dios expresada en su liturgia y en sus tiempos de oración, les permita descubrir mejor su presencia activa en cada realidad humana, incluso la más dolorosa, y dar gracias porque en la contemplación Dios os regala el don de la intercesión.
Con su oración, ustedes como esas madres cargan a sus hijos en sus hombros y los llevan hacia la tierra prometida. «La oración será más agradable a Dios y más santificadora si en ella, por la intercesión, intentamos vivir el doble mandamiento que nos dejó Jesús. La intercesión expresa el compromiso fraterno con los otros cuando en ella somos capaces de incorporar la vida de los demás, sus angustias más perturbadoras y sus mejores sueños. De quien se entrega generosamente a interceder puede decirse con las palabras bíblicas: “Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por el pueblo” (2 M 15,14)» (Exhort. ap. Gaudete et exultate, 154).
Queridas hermanas contemplativas: Sin ustedes, ¿qué sería la Iglesia y los que viven en las periferias humanas de Madagascar? ¿Qué pasaría con todos aquellos que trabajan en la vanguardia de la evangelización, y aquí en particular en las condiciones más precarias, las más difíciles y, a veces, las más peligrosas? Todos ellos se apoyan en vuestra oración y en la ofrenda siempre renovada de vuestras vidas, una ofrenda muy preciosa a los ojos de Dios y que os hace partícipes del misterio de la redención de esta tierra y de las personas queridas que viven en ella.
«Estoy como un odre puesto al humo», dice el salmo (119,83), haciendo alusión al largo tiempo transcurrido viviendo este doble modo de ser consumido: por Dios y por las dificultades del mundo. A veces, casi sin querer nos vamos alejando, y caemos en «la apatía, en la rutina, en la desmotivación, en la desidia paralizadora» (Const. ap. Vultum Dei quaerere, 11).
No importan, no importan los años que tienen o la dificultad para caminar o llegar a tiempo para los oficios. No somos odres puestos al lado del humo sino troncos que arden hasta consumirse en el fuego que es Jesús; quien nunca nos defrauda y toda deuda paga.
Gracias por este momento compartido. Me confío a sus oraciones. Les confío todas las intenciones que llevo conmigo en este viaje a Madagascar; recemos juntos para que el Espíritu del Evangelio germine en los corazones de todo nuestro pueblo.


6 de septiembre


Homilía del Papa Francisco en la Misa celebrada en Mozambique


Redacción ACI Prensa

La Santa Misa presidida por el Papa Francisco en Maputo. Foto: Edward Pentin / ACI Prensa

El Papa Francisco presidió este viernes 6 de septiembre la Santa Misa en el Estadio Zimpeto, en Maputo, ante 60.000 personas, último evento de su visita apostólica a Mozambique antes de continuar su viaje por África.
En su homilía, el Santo Padre habló de la reconciliación, la lucha contra la pobreza, el deterioro del medio ambiente y la explotación.
“Jesús quiere clausurar para siempre la práctica tan corriente –de ayer y de hoy– de ser cristianos y vivir bajo la ley del talión. No se puede pensar el futuro, construir una nación, una sociedad sustentada en la ‘equidad’ de la violencia. No puedo seguir a Jesús si el orden que promuevo y vivo es el ojo por ojo, diente por diente’”.
A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas.
Hemos escuchado en el evangelio de Lucas un pasaje del sermón de la llanura. Después de elegir a sus discípulos y haber proclamado las bienaventuranzas, Jesús dice: «a vosotros los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos» (Lc 6,27). Una palabra dirigida también a nosotros hoy que lo escuchamos en este estadio.
Y lo dice con claridad, sencillez y firmeza señalando un sendero, un camino estrecho que necesita de algunas virtudes. Porque Jesús no es un idealista que desconoce la realidad, él está hablando del enemigo concreto, del enemigo real; el que ha descripto en la bienaventuranza anterior (6,22): de aquel que nos odia, excluye, insulta y proscribe como infame.



Muchos de vosotros todavía podéis contar en primera persona historias de violencia, odio y desencuentros; algunos en carne propia, otros de alguien conocido que ya no está, otros incluso por el miedo de que heridas del pasado se repitan e intenten borrar el camino recorrido de paz, como en Cabo Delgado.

Jesús no nos invita a un amor abstracto, etéreo o teórico, redactado en escritorios y para discursos. El camino que nos propone es el que Él recorrió primero, el que lo hizo amar a los que lo traicionaron y juzgaron injustamente, a los que lo mataron.

Es difícil hablar de reconciliación cuando las heridas causadas en tantos años de desencuentro están todavía frescas o invitar a dar ese paso de perdón que no significa ignorar el dolor o pedir que se pierda la memoria o los ideales (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 100).

Aun así, Jesucristo invita a amar y a hacer el bien; que es mucho más que ignorar al que nos hizo daño o hacer el esfuerzo para que no se crucen nuestras vidas: es un mandato a una benevolencia activa, desinteresada y extraordinaria con respecto a quienes nos hirieron.

Pero no se queda allí, también nos pide que los bendigamos y oremos por ellos; es decir, que nuestro decir sobre ellos sea un bien-decir, generador de vida y no de muerte, que pronunciemos sus nombres no para el insulto o la venganza sino para inaugurar un nuevo vínculo para la paz. La vara que el Maestro nos propone es alta.
Con esta invitación, Jesús quiere clausurar para siempre la práctica tan corriente —de ayer y de hoy— de ser cristianos y vivir bajo la ley del talión. No se puede pensar el futuro, construir una nación, una sociedad sustentada en la “equidad” de la violencia. No puedo seguir a Jesús si el orden que promuevo y vivo es el “ojo por ojo, diente por diente”.
Ninguna familia, ningún grupo de vecinos o una etnia, menos un país, tiene futuro si el motor que los une, convoca y tapa las diferencias es la venganza y el odio. No podemos ponernos de acuerdo y unirnos para vengarnos, para hacerle al que fue violento lo mismo que él nos hizo, para planificar ocasiones de desquite bajo formatos aparentemente legales. «Las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos» (ibíd., 60).
La “equidad” de la violencia siempre es un espiral sin salida y su costo es muy alto. Otro camino es posible porque es crucial no olvidar que nuestros pueblos tienen derecho a la paz. Vosotros tenéis derecho a la paz.
Para hacer más concreta su invitación y aplicable al día a día, Jesús propone una primera regla de oro al alcance de todos —«como queráis que la gente se porte con vosotros, de igual manera portaos con ella» (Lc 6,31)— y nos ayuda a descubrir qué es lo más importante de ese trato mutuo: amarnos, ayudarnos y prestar sin esperar nada a cambio.
“Amarnos”, nos dice Jesús; y Pablo lo traduce como “revestirnos de compasión entrañable y de bondad” (cf. Col 3,12). El mundo desconocía —y sigue sin conocer— la virtud de la misericordia, de la compasión, al matar o abandonar a su suerte a discapacitados y ancianos, eliminar heridos y enfermos, o gozar con los sufrimientos de los animales. Tampoco practicaba la bondad, la amabilidad, que nos mueve a que el bien del prójimo sea tan querido como el propio.
Superar los tiempos de división y violencia supone no sólo un acto de reconciliación o la paz entendida como ausencia de conflicto, sino el compromiso cotidiano de cada uno de nosotros de tener una mirada atenta y activa que nos lleve a tratar a los demás con esa misericordia y bondad con la que queremos ser tratados; misericordia y bondad especialmente hacia aquellos que, por su condición, son rápidamente rechazados y excluidos.
Se trata de una actitud de fuertes y no de débiles, una actitud de hombres y mujeres que descubren que no es necesario maltratar, denigrar o aplastar para sentirse importantes, sino al contrario. Y esta actitud es la fuerza profética que Jesucristo mismo nos enseñó al querer identificarse con ellos (cf. Mt 25,35-45) y mostrarnos que el servicio es el camino.
Mozambique es un territorio lleno de riquezas naturales y culturales, pero paradójicamente con una enorme cantidad de su población bajo la línea de pobreza. Y a veces pareciera que quienes se acercan bajo el supuesto deseo de ayudar, tienen otros intereses. Y es triste cuando esto se constata entre hermanos de la misma tierra que se dejan corromper; es muy peligroso aceptar que este sea el precio que tenemos que pagar ante la ayuda extranjera.
«No será así entre vosotros» (Mt 20,26; cf. vv. 26-28). Con sus palabras, Jesús nos impulsa a ser protagonistas de otro trato: el de su Reino. Aquí y ahora, semillas de alegría y esperanza, paz y reconciliación. Lo que el Espíritu viene a impulsar no es un activismo desbordante, sino, ante todo, una atención puesta en el otro, a reconocerlo y valorarlo como hermano hasta sentir su vida y su dolor como nuestra vida y nuestro dolor. Este es el mejor termómetro para descubrir todas las ideologías de cualquier tipo que intentan manipular a los pobres y a las situaciones de injusticia para el servicio de intereses políticos o personales (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199). Sólo así seremos, allí donde nos encontremos, semillas e instrumentos de paz y reconciliación.
Queremos que reine la paz en nuestros corazones y en el palpitar de nuestro pueblo. Queremos un futuro de paz. Queremos «que la paz de Cristo reine en vuestros corazones» (Col 3,15), como bien lo decía la carta de san Pablo. Él utiliza un verbo que viene del campo de los deportes; es la palabra que se refiere al árbitro que decide las cosas discutibles: “que la paz de Cristo sea el árbitro en vuestros corazones”.
Si la paz de Cristo es el árbitro en nuestros corazones, entonces, cuando los sentimientos estén en conflicto y nos sintamos impulsados ante dos sentidos opuestos, “juguemonos” por Cristo. La decisión de Cristo nos mantendrá en el camino del amor, en la senda de la misericordia, en la opción por los más pobres, en la preservación de la naturaleza.
En el camino de la paz. Si Jesús es el árbitro entre las emociones conflictivas de nuestro corazón, entre las decisiones complejas de nuestro país, entonces Mozambique tiene un futuro de esperanza garantizado; entonces nuestro país cantará a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cantos inspirados (cf. Col 3,16).
Contemplaciòn:
Querido Santo Padre, cuánta falta nos hace a los argentinos
escuchar y poner en práctica sus palabras de esta homilía.
Recordando, que solo  la verdad el perdón, misericordia y caridad nos harán
libres  para lograr una paz verdadera.
En esta su Patria y la nuestra, pareciera imposible el encuentro entre hermanos.
Son momentos difíciles donde esperamos elección de Presidente y autoridades
de gobernaran estos 4 años.
Pero no se cumple con el primer mandamiento,Amar a Dio y al prójimo.
Escuchar  hablar en la verdad,ètica y èquidad, sin la" Verdad" nada puede ser posible para vivir en paz.
Muchos buscan ventajas,en desprestigio del otro, en el ataque y el enfrentamiento, que no solo dañan al contrincante sino a toda la sociedad,
y a la Patria misma.
Muchos le dieron un beso cuando fueron a verlo y hoy como judas, lo traicionan porque sin no fuera asì, los escuchariamos expresarse de otra manera, buscando en encuentro entre hermanos, y no sutiles expresiones de la palabra que descargan  odio y venganza lo más grave romper con nuestra 
Constitución Nacional  escrita y pensada por nuestros Próceres, con gran y profundo desarrollo de justicia transparencia y libertad.
Normas respetadas por el comun de la sociedad patriota, que reconoce el ella
la claridad jurídica pensada por hombres y mujeres que nos precedieron dando su vida, llevando con orgullo enarbolada nuestra esencia de argentinidad de luz y amor ante las riquezas recibidas por nuestro creador.
Quiera Dios muchos argentinos leean su homilía de hoy en Mozambique sociedad herida por la violencia  la injusticia, persona que acudieron de todo culto a esta Santa Misa deseando que por su intercesiòn ante el Reino logren vivir en paz  y respeto y unidad.
Que la diversidad de pensamientos los enriquezca , venciendo el odio uniéndose,respetándose en el amor , que vence al odio y la violencia.
Ruego al Señor que el sacrificio que usted está haciendo a pesar de sus dolencias físicas lo ayude a  lograr  la unidad de toda la humanidad sedienta de Dios y de Paz.
Especialmente aquí en Argentina, que todos elijamos vivir en la Verdad como valor único para poder ver la luz  desde lo alto; luz que  no nos llega porque elegimos las tinieblas que es la mentira y la soberbia.
Imploro a la Madre Virgen Santísima, continúe sosteniéndolo mientras su rebaño fiel y en oraciòn  lo acompañamos ;esperando la prometida Venida del Señor;  por gracia del Padre. 
Que así sea
Perla


5 de septiembre de 2019 5:41 am | ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN HOY 11:12 am

Viaje del Papa Francisco a África: Discurso a los jóvenes de Mozambique

Redacción ACI Prensa

El Papa Francisco en el encuentro con los jóvenes de Mozambique. Foto: Vatican Media

El Papa Francisco participó a un encuentro interreligioso con miles de jóvenes en la capital de Mozambique en donde dirigió un discurso de esperanza y destacó la alegría de vivir.
El Santo Padre llegó al Pavillon Maxaquen junto al Arzobispo de Maputo, un estadio con capacidad máxima de 15.000 personas, y pronunció un discurso en portugués improvisando y añadiendo frases en español e italiano.
“La alegría de vivir es una de sus principales características —y eso se puede sentir aquí—. Alegría compartida y celebrada que reconcilia y se transforma en el mejor antídoto que desmiente a todos aquellos que quieren dividir, fragmentar o enfrentar. ¡Cuánto les hace falta a algunas regiones del mundo su alegría de vivir!”, exclamó el Papa ante el entusiasmo de los cantos y danzas de los jóvenes presentes.
En esta línea, el Pontífice recordó el proverbio: “Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado” y animó a los jóvenes a repetir ¡Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado! Se trata siempre de soñar juntos, como lo están haciendo hoy. Sueñen con otros, nunca contra otros; sueñen como han soñado y preparado este encuentro: todos unidos y sin barreras. Eso es parte de la ‘nueva página de la historia’ de Mozambique”.
Por ello, el Papa advirtió que “jugar juntos nos enseña que no sólo la resignación es enemiga de los sueños y del compromiso, también lo es la ansiedad. Resignación y ansiedad”, dijo.
A continuación, el texto completo del Papa Francisco a los jóvenes:
Muchas gracias por tus palabras de bienvenida, muchas gracias también por todas y cada una de las representaciones artísticas que han realizado. Muchas gracias. Siéntense, pónganse cómodos.
Me agradecían porque he reservado tiempo para estar con ustedes. ¿Qué es más importante para un pastor que estar con los suyos? ¿Qué es más importante para un pastor que encontrarse con sus jóvenes? ¡Ustedes son importantes! Tienen que saberlo, tienen que creérselo. ¡Ustedes son importantes! Pero con humildad. Porque ustedes no son sólo el futuro de Mozambique, tampoco de la Iglesia y de la humanidad. Ustedes son el presente que, con todo lo que son y hacen, ya están aportando lo mejor que hoy pueden regalar. Sin su entusiasmo, sus cantos, su alegría de vivir, ¿qué sería de esta tierra? Verles cantar, sonreír, bailar, en medio de todas las dificultades que viven —como bien nos contabas tú— es el mejor signo de que ustedes, jóvenes, son la alegría de esta tierra, la alegría de hoy.
La alegría de vivir es una de sus principales características —y eso se puede sentir aquí—. Alegría compartida y celebrada que reconcilia y se transforma en el mejor antídoto que desmiente a todos aquellos que quieren dividir, fragmentar o enfrentar. ¡Cuánto les hace falta a algunas regiones del mundo su alegría de vivir!
Gracias por estar presentes las distintas confesiones religiosas. Gracias por animarse a vivir el desafío de la paz y a celebrarla hoy juntos como familia; también a aquellos que sin ser parte de alguna tradición religiosa están participando. Es hacer la experiencia de que todos somos necesarios, con nuestras diferencias, pero necesarios.
Ustedes juntos —así como se encuentran ahora—, son el palpitar de este pueblo, donde cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, paz y reconciliación. ¿Quieren escribir esta página?
Cuando entré, ustedes cantaban reconciliación. ¿Lo repiten? Reconciliación. Reconcialiación.
Me hiciste dos preguntas que creo van unidas. Por un lado, ¿cómo hacer para que los sueños de los jóvenes se hagan realidad? Y, ¿cómo hacer para que los jóvenes se involucren en los problemas que aquejan al país? Ustedes hoy nos marcan el camino y nos enseñan cómo responder a estas preguntas.
Han expresado con el arte, con la música, con esa riqueza cultural que mencionabas con tanto orgullo, una parte de sus sueños y realidades; en todas ellas muestran diferentes modos de asomarse al mundo y mirar el horizonte: siempre con ojos llenos de esperanza, llenos de futuro y también de ilusiones. Ustedes, jóvenes, caminan con dos pies como los adultos, pero a diferencia de los adultos, que los tienen paralelos, ustedes ponen uno delante del otro, dispuesto a irse, a partir. Ustedes tienen tanta fuerza, son capaces de mirar con tanta esperanza, son una promesa de vida que lleva incorporado un cierto grado de tenacidad (cf. Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 139), que no deben perder ni dejar que se las roben.
¿Cómo realizar los sueños, cómo contribuir a los problemas del país? Me gustaría decirte: no dejes que les roben la alegría. No dejen de cantar y expresarse de acuerdo a todo lo bueno que aprendieron de sus tradiciones. Que no les roben la alegría.
Como les decía, hay muchas formas de mirar el horizonte, el mundo, el presente y el futuro. Pero es necesario cuidarse de dos actitudes que matan los sueños y la esperanza: la resignación y la ansiedad. Son grandes enemigas de la vida, porque nos empujan normalmente por un camino fácil, pero de derrota, y el precio que piden para pasar es muy caro. Se paga con la propia felicidad e inclusive con la propia vida.
¡Cuántas promesas de felicidad vacías que terminan truncando vidas! Seguro conocen amigos, conocidos —o incluso les puede haber pasado a ustedes mismos—, el vivir momentos difíciles, dolorosos, donde parece que todo se viene encima y lleva a la resignación. Hay que estar muy atentos porque esa actitud «te hace tomar la senda equivocada. Cuando todo parece paralizado y estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los malestares sociales no encuentran las debidas respuestas, no es bueno darse por vencido» (ibíd., 141).
Repitan: ¡No es bueno darse por vencido!, ¡No es bueno darse por vencido! Sé que a la mayoría de ustedes les gusta mucho el fútbol. Recuerdo un gran jugador de estas tierras que aprendió a no resignarse: Eusebio da Silva, la “pantera negra”. Comenzó su vida deportiva en el club de esta ciudad. Las severas dificultades económicas de su familia y la muerte prematura de su padre, no pudieron impedir sus sueños; su pasión por el fútbol lo hizo perseverar, soñar y salir adelante, ¡y hasta llegó a hacer 77 goles para este club de Maxaquene! Tenía todo para resignarse.
Su sueño y ganas de jugar lo lanzaron hacia delante, pero tan importante como eso fue encontrar con quién jugar. Ustedes bien saben que en un equipo no son todos iguales, ni hacen las mismas cosas o piensan de la misma manera. Cada jugador tiene sus características, como lo podemos descubrir y disfrutar en este encuentro: venimos de tradiciones diferentes e inclusive podemos hablar lenguas diferentes, pero eso no impidió que nos encontremos.
Mucho se ha sufrido y se sufre porque algunos se creen con el derecho de determinar quién puede “jugar” y quién tiene que quedar “fuera de la cancha”, y van por la vida dividiendo y enfrentando. Ustedes, queridos amigos, hoy son un ejemplo y testimonio de cómo tenemos que actuar. Tú me preguntabas: ¿Cómo comprometerse con el país? Así como lo están haciendo, permaneciendo unidos más allá de lo que les puede diferenciar, buscando siempre la ocasión para realizar los sueños por un país mejor, pero juntos.
¡Qué importante es no olvidar que la enemistad social destruye! «Y una familia se destruye por la enemistad. Un país se destruye por la enemistad. El mundo se destruye por la enemistad. Todos juntos: ¡El mundo se destruye por la enemistad! ¡El mundo se destruye por la enemistad!
Y la enemistad más grande es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo se está destruyendo por la guerra. Porque somos incapaces de sentarnos y hablar [...].  Seamos capaces de crear la amistad social. No es fácil, siempre hay que renunciar a algo, hay que negociar, pero si lo hacemos pensando en el bien de todos podremos alcanzar la magnífica experiencia de dejar de lado las diferencias para luchar juntos por algo común. Si logramos buscar puntos de coincidencia en medio de muchas disidencias, en ese empeño artesanal y a veces costoso de tender puentes, de construir una paz que sea buena para todos, ese es el milagro de la cultura del encuentro» (ibíd., 169).
Recuerdo ese proverbio que dice: «Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado». Repito: ¡Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado! Se trata siempre de soñar juntos, como lo están haciendo hoy. Sueñen con otros, nunca contra otros; sueñen como han soñado y preparado este encuentro: todos unidos y sin barreras. Eso es parte de la “nueva página de la historia” de Mozambique.
Jugar juntos nos enseña que no sólo la resignación es enemiga de los sueños y del compromiso, también lo es la ansiedad. Resignación y ansiedad. La ansiedad «Puede ser una gran enemiga cuando nos lleva a bajar los brazos porque descubrimos que los resultados no son instantáneos. Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y determinación, -esperanza, paciencia y determinación- renunciando a las prisas. Al mismo tiempo, no hay que detenerse por inseguridad, no hay que tener miedo de apostar y de cometer errores» (ibíd., 142).
Las cosas más hermosas se gestan con el tiempo y, si algo no te salió la primera vez, no tengas miedo de volver a intentar, una y otra vez. No tengas miedo a equivocarte, podemos equivocarnos mil veces, pero no caigamos en el error de detenernos porque hay cosas que no nos salieron bien la primera vez. El peor error sería por causa de la ansiedad y abandonar los sueños y las ganas de un país mejor por la ansiedad.
Por ejemplo, tienen ese hermoso testimonio de María Mutola, que aprendió a perseverar, a seguir intentando a pesar de no cumplir su anhelo de la medalla de oro en los tres primeros juegos olímpicos que compitió; después, al cuarto intento, esta atleta de los 800 metros alcanzó su medalla de oro en las olimpiadas de Sidney. La ansiedad no la hizo ensimismarse; sus nueve títulos mundiales no le hicieron olvidar a su pueblo, sus raíces, y sigue cerca de los niños necesitados de Mozambique. ¡Cuánto nos enseña el deporte a perseverar en nuestros sueños!
Me gustaría. Un poco largo el discurso ¿no? Son educados.
Me gustaría sumar otro elemento importante: no dejen afuera a sus mayores. También sus mayores los pueden ayudar a que sus sueños y aspiraciones no se sequen, no los tire el primer viento de la dificultad o la impotencia; ellos son nuestras raíces.
«Piensen esto: si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo miren el futuro que él les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que solamente hagan lo que él les dice? Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Así funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen (o de-construyen) todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones. Para esto necesitan jóvenes que desprecien la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones, que ignoren todo lo que los ha precedido» (ibíd., 181).
Las generaciones anteriores tienen mucho para decirles, para proponerles. Es cierto que a veces nosotros, los mayores, lo hacemos de modo impositivo, como advertencia, metiendo miedo; o pretendemos que hagan, digan y vivan exactamente igual que nosotros. Ustedes tienen que hacer su propia síntesis, pero escuchando, valorando a los que los han precedido. Y esto, ¿no es lo que habéis hecho con vuestra música? Al ritmo tradicional de Mozambique, la “marrabenta”, le habéis incorporado otros modernos y nació el “pandza”. Lo que escuchaban, lo que veían cantar y bailar a sus padres y abuelos, lo han hecho suyo. Ese es el camino que les propongo, un camino «hecho de libertad, de entusiasmo, de creatividad, de horizontes nuevos, pero cultivando al mismo tiempo esas raíces que alimentan y sostienen» (ibíd., 184).  
Todos estos son pequeños elementos que pueden darles el apoyo necesario para no achicarse en los momentos de dificultad, sino para abrir una brecha de esperanza; brecha que les ayudará a poner en juego su creatividad y a encontrar nuevos caminos y espacios para responder a los problemas con el gusto de la solidaridad.
Estoy por terminar. Muchos de ustedes naciste bajo el signo de la paz, una paz trabajosa que pasó por momentos diversos, unos más luminosos y otros de prueba. La paz es un proceso que también ustedes están llamados a recorrer, tendiendo siempre vuestras manos especialmente a aquellos que están pasando en un momento de dificultad. ¡Grande es el poder de la mano tendida y de la amistad que se juega en lo concreto! Pienso en el sufrimiento de aquellos jóvenes que llegaron llenos de ilusiones en búsqueda de trabajo a la ciudad y hoy están sin techo, sin familia y que no encuentran una mano amiga. Este es el gesto de la mano tendida. Todos: gesto de la mano tendida.
Qué importante es que aprendamos a ser manos amigas y tendidas. Busquen crecer en la amistad también con los que piensan distinto, para que la solidaridad crezca entre ustedes y se transforme en la mejor arma para transformar la historia.
Mano tendida que también nos recuerda la necesidad de comprometernos por el cuidado de nuestra casa común. Ustedes, sin lugar a dudas, fueron bendecidos con una belleza natural estupenda: bosques y ríos, valles y montañas y esas lindas playas.
Pero tristemente, hace pocos meses han sufrido el embate de dos ciclones, han visto las consecuencias del descalabro ecológico en el que vivimos. Muchos ya han aceptado el desafío imperioso de proteger nuestra casa común, y entre estos hay muchos jóvenes. Tenemos un desafío: proteger nuestra casa común. Este es un lindo sueño para cultivar juntos, como familia mozambiqueña, una linda lucha que los puede ayudar a mantenerse unidos. Estoy convencido de que ustedes pueden ser los artesanos de ese cambio tan necesario. Proteger nuestra casa común, una casa que es de todos y para todos.
Y permítanme decirles una última reflexión: Dios los ama, y en esa afirmación estamos de acuerdo todas las tradiciones religiosas. «Para Él realmente eres valioso, tú no eres insignificante, le importas, porque eres obra de sus manos. Porque te ama. Por eso te presta atención y te recuerda con cariño. Tienes que confiar en el recuerdo de Dios [...], su memoria es un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal. No quiere llevar la cuenta de tus errores y, en todo caso, te ayudará a aprender algo también de tus caídas. Porque te ama. Intenta quedarte un momento en silencio dejándote amar por Él. Intenta acallar todas las voces y gritos interiores y quédate un instante en sus brazos de amor» (ibíd., 115).
Lo hacemos ahora juntos… -silencio-. Ese amor de Dios es sencillo, casi silencioso, discreto: no avasalla, no se impone, no es un amor estridente u ostentoso; es un «amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado» (ibíd., 116).
Sé que ustedes creen en ese amor que hace posible la reconciliación; porque creen en ese amor estoy seguro que tienen esperanza, y que no dejarán de andar con alegría los caminos de la paz.
Muchas gracias y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Que Dios los bendiga.
El Papa encomienda a la Virgen su viaje al África
Martes 3 Sep 2019 | 11:15 am

En la víspera del inicio de su 31º viaje apostólico, el cuarto al continente africano, el Santo Padre visitó este martes 3 de septiembre a la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, para encomendar ante el icono de la Virgen, Salus Populi Romani (Protectora del Pueblo Romano) su viaje a Mozambique, Madagascar y Mauricio.

El papa Francisco visitará Mozambique, Madagascar y Mauricio del 4 al 10 de septiembre, en uno de los viajes más largos de su pontificado y en el que están previstos encuentros con la comunidad católica, actos interreligiosos y en total 15 discursos.

Este será su cuarto viaje del Papa al continente africano después de que del 24 al 30 de noviembre de 2015 viajara a Kenia, República Centroafricana y Uganda, que en abril de 2017 visitara Egipto y en marzo a Marruecos.

Según publicó en su momento la oficina de Prensa de la Santa Sede, el programa oficial del viaje apostólico comenzará el 4 de septiembre con un vuelo a la capital de Mozambique, Maputo, un país gravemente afectado por las últimas inundaciones que han causado una emergencia humanitaria.

No está previsto que Francisco visite las zonas más afectadas ya que en el programa solo está confirmada la visita de cortesía al presidente en el Palacio "Ponta Vermelha" y la reunión interreligiosa con los jóvenes en el pabellón de Deportes de Maxaquene.

El tercer discurso del día, lo pronunciará por la tarde, después del almuerzo en la nunciatura, durante la reunión con el clero local en la catedral de la Inmaculada Concepción.

El 6 de septiembre visitará el hospital de Zimpeto, donde se asiste a enfermos de Sida y celebrará una misa para después dejar Mozambique y trasladarse a Antananarivo, la capital de Madagascar.

El sábado, el papa realizará la tradicional visita a las autoridades del país y después visitará el monasterio de los Carmelitas Descalzos y por la tarde se reunirá con los obispos de Madagascar en la catedral de Andohalo y concluirá el día con la vigilia con jóvenes en el campamento diocesano de Soamandrakizay, tras visitar la tumba del beato Voctoire Rasoamanarivo.

El programa del 8 de septiembre prevé la misa en el mismo lugar de la vigilia, y visitará la llamada ciudad de la amistad de Akamasoa, nacida sobre un basurero y construida por los mismos pobres con la ayuda del sacerdote argentino Pedro Opeka

El último día, el 9 de septiembre, estará dedicado a Mauricio, donde el Papa celebrará la misa en la capital, Port Luis, ante el monumento de María, reina de la Paz y realizará una visita privada al santuario de Pere Laval. +
Ciudad del Vaticano (AICA): En la víspera del inicio de su 31º viaje apostólico, el cuarto al continente africano, el Santo Padre visitó este martes 3 de septiembre la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, para encomendar ante el icono de la Virgen, Salus Populi Romani (Protectora del Pueblo Romano) su viaje a Mozambique, Madagascar y Mauricio, que emprenderá desde el 4 hasta el 10 de septiembre.

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