Mayo DÍA 12 DESDE FATIMA EWTN tv directo
PRESENCIA DEL Santo Padre francisco:
EN FÁTIMA PORTUGAL a 100 AÑOS DE, APARICIÓN DE LA virgen
cANONIZACIÓN DE LOS PASTORCITOS: Francisco y jacinta
EN FÁTIMA PORTUGAL a 100 AÑOS DE, APARICIÓN DE LA virgen
cANONIZACIÓN DE LOS PASTORCITOS: Francisco y jacinta
Esta mañana, a las 10.00, Solemnidad de la Bienaventurada Virgen María de Fátima, el Santo Padre Francisco ha celebrado en la plaza del Santuario la Santa Misa en la ocasión del centenario de las apariciones durante la cual ha canonizado a los beatos Francisco Marto y Jacinta Marto. Estaban presentes en la celebración eucarística los presidentes de la República de Portugal, de Paraguay y de d Santo Tomé y Príncipe, a los que el Papa ha saludado al final de la ceremonia.
Durante la Santa Misa, después del rito de canonización y de la proclamación del Evangelio, el Santo Padre ha pronunciado la homilía que reproducimos a continuación:
Homilía del Santo Padre
«Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol», dice el vidente de Patmos en el Apocalipsis (12,1), señalando además que ella estaba a punto de dar a luz a un hijo. Después, en el Evangelio, hemos escuchado cómo Jesús le dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,27). Tenemos una Madre, una «Señora muy bella», comentaban entre ellos los videntes de Fátima mientras regresaban a casa, en aquel bendito 13 de mayo de hace cien años. Y, por la noche, Jacinta no pudo contenerse y reveló el secreto a su madre: «Hoy he visto a la Virgen». Habían visto a la Madre del cielo. En la estela de luz que seguían con sus ojos, se posaron los ojos de muchos, pero… estos no la vieron. La Virgen Madre no vino aquí para que nosotros la viéramos: para esto tendremos toda la eternidad, a condición de que vayamos al cielo, por supuesto.
Pero ella, previendo y advirtiéndonos sobre el peligro del infierno al que nos lleva una vida ―a menudo propuesta e impuesta― sin Dios y que profana a Dios en sus criaturas, vino a recordarnos la Luz de Dios que mora en nosotros y nos cubre, porque, como hemos escuchado en la primera lectura, «fue arrebatado su hijo junto a Dios» (Ap 12,5). Y, según las palabras de Lucía, los tres privilegiados se encontraban dentro de la Luz de Dios que la Virgen irradiaba. Ella los rodeaba con el manto de Luz que Dios le había dado. Según el creer y el sentir de muchos peregrinos —por no decir de todos—, Fátima es sobre todo este manto de Luz que nos cubre, tanto aquí como en cualquier otra parte de la tierra, cuando nos refugiamos bajo la protección de la Virgen Madre para pedirle, como enseña la Salve Regina, «muéstranos a Jesús».
Queridos Peregrinos, tenemos una Madre, tenemos una Madre! Aferrándonos a ella como hijos, vivamos de la esperanza que se apoya en Jesús, porque, como hemos escuchado en la segunda lectura, «los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo» (Rm 5,17). Cuando Jesús subió al cielo, llevó junto al Padre celeste a la humanidad ―nuestra humanidad― que había asumido en el seno de la Virgen Madre, y que nunca dejará. Como un ancla, fijemos nuestra esperanza en esa humanidad colocada en el cielo a la derecha del Padre (cf. Ef 2,6). Que esta esperanza sea el impulso de nuestra vida. Una esperanza que nos sostenga siempre, hasta el último suspiro.
Con esta esperanza, nos hemos reunido aquí para dar gracias por las innumerables bendiciones que el Cielo ha derramado en estos cien años, y que han transcurrido bajo el manto de Luz que la Virgen, desde este Portugal rico en esperanza, ha extendido hasta los cuatro ángulos de la tierra. Como un ejemplo para nosotros, tenemos ante los ojos a san Francisco Marto y a santa Jacinta, a quienes la Virgen María introdujo en el mar inmenso de la Luz de Dios, para que lo adoraran. De ahí recibían ellos la fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos. La presencia divina se fue haciendo cada vez más constante en sus vidas, como se manifiesta claramente en la insistente oración por los pecadores y en el deseo permanente de estar junto a «Jesús oculto» en el Sagrario.
En sus Memorias (III, n.6), sor Lucía da la palabra a Jacinta, que había recibido una visión: «¿No ves muchas carreteras, muchos caminos y campos llenos de gente que lloran de hambre por no tener nada para comer? ¿Y el Santo Padre en una iglesia, rezando delante del Inmaculado Corazón de María? ¿Y tanta gente rezando con él?» Gracias por haberme acompañado. No podía dejar de venir aquí para venerar a la Virgen Madre, y para confiarle a sus hijos e hijas. Bajo su manto, no se pierden; de sus brazos vendrá la esperanza y la paz que necesitan y que yo suplico para todos mis hermanos en el bautismo y en la humanidad, en particular para los enfermos y los discapacitados, los encarcelados y los desocupados, los pobres y los abandonados. Queridos hermanos: pidamos a Dios, con la esperanza de que nos escuchen los hombres, y dirijámonos a los hombres, con la certeza de que Dios nos ayuda.
En efecto, él nos ha creado como una esperanza para los demás, una esperanza real y realizable en el estado de vida de cada uno. Al «pedir» y «exigir» de cada uno de nosotros el cumplimiento de los compromisos del propio estado (Carta de sor Lucía, 28 de febrero de 1943), el cielo activa aquí una auténtica y precisa movilización general contra esa indiferencia que nos enfría el corazón y agrava nuestra miopía. No queremos ser una esperanza abortada. La vida sólo puede sobrevivir gracias a la generosidad de otra vida. «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24): lo ha dicho y lo ha hecho el Señor, que siempre nos precede. Cuando pasamos por alguna cruz, él ya ha pasado antes. De este modo, no subimos a la cruz para encontrar a Jesús, sino que ha sido él el que se ha humillado y ha bajado hasta la cruz para encontrarnos a nosotros y, en nosotros, vencer las tinieblas del mal y llevarnos a la luz.
Que, con la protección de María, seamos en el mundo centinelas que sepan contemplar el verdadero rostro de Jesús Salvador, que brilla en la Pascua, y descubramos de nuevo el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica de amor.
Noticias
PRESENCIA DEL Santo Padre francisco:
Continuare; informando para el mundo
El Papa Francisco viajará a Portugal este fin de semana, con
motivo de los 100 años de las “apariciones” de Fátima, ocasión en que cerrará
un ciclo para la Iglesia Católica con la canonización de dos de los tres
pastorcitos que afirmaron haber visto a la Virgen María encima de una encina
verde en Cova da Iria, cerca del pueblo de Fátima, y cuyas visiones marcaron el
siglo XX para millones de creyentes.
El
actual Papa será el cuarto Pontífice en peregrinar a Fátima. En 1967 lo hizo
Pablo VI, Juan Pablo II
fue
en 1982, 1991 y 2000, y en 2010 fue el turno de Benedicto XVI. Este año el
pueblo de 12.000 habitantes acogerá el fin de semana a 40.000 personas, entre
los que se cuenta 2.000 sacerdotes, 2.000 periodistas, 100 grupos de
peregrinos, 71 obispos, ocho cardenales y 350 enfermos. Además, se espera que
se reúnan 400.000 fieles en la gran explanada de la Basílica de Fátima para
darle la bienvenida al Papa, el viernes.
Todo preparado para el primer centenario de las “apariciones” de
la Virgen que se habría hecho presente en seis ocasiones y que solo podían ver
los hermanos Jacinta y Francisco Marto, de 7 y 9 años respectivamente, y su
prima Lucía dos Santos, de 10 años. La primera vez ocurrió el 13 de mayo de
1917 y la última el 13 de octubre de ese mismo año, con la presencia de unas
50.000 fieles. Sin embargo, la Iglesia no avaló oficialmente la devoción por
Nuestra Señora de Fátima hasta 1930.
Los
niños fueron depositarios de los llamados tres secretos de Fátima, que están
contenidos en la visiones que tuvieron entonces. Los dos primeros fueron hechos
públicos por el Papa Pío XII, en 1942. El primero se refería a una “visión
del infierno” que fue interpretado como una denuncia al ateísmo y las
persecuciones contra la iglesia. El segundo se hablaba de “una guerra todavía
peor” a la que en ese momento estaba en curso, la Primera Guerra Mundial, pedía
penitencia a los cristianos y la “conversión de Rusia”. El tercer secreto, que
fue dado a conocer por el Vaticano en 2000, se interpretó como la profecía del
atentado contra Juan Pablo II, en la
Plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981, coincidiendo con el aniversario de
la primera “aparición” de Fátima. Por lo mismo el Papa polaco sentía una gran
devoción por Nuestra Señora de Fátima, convencido de que ella le salvó la vida
en el ataque en su contra. Así donó la bala que lo hirió de gravedad y
actualmente está ensartada en la corona de la imagen de la Virgen.
Si
bien los tres niños habrían tenido estas visiones, solo uno de ellos vivió para
ver cuando se concretaron y se hicieron públicos. Eso porque los hermanos Marta
murieron pocos años después. Francisco, en 1919, y Jacinta, en 1920, ambos de
gripe española. Ambos fueron beatificados por Juan Pablo II en Fátima el 13 de mayo de 2000 y ahora serán declarados santos
por el Papa Francisco. Lucía, en cambio, se hizo monja, comunicó de Papa en
Papa los secretos y vivió hasta los 97 años. Falleció en 2005 y en 2008 se
abrió su proceso de beatificación.
Desde
un primer momento Fátima se convirtió en un lugar de peregrinación católica,
para buscar el perdón de los pecados, agradecer a la Virgen por los favores
concedidos. Este año se espera que lleguen en total unos ocho millones de
visitantes, en comparación con los seis o siete de los años precedentes. Es uno
de los santuarios más concurridos junto al de Guadalupe (México, 20 millones),
Aparecida (Brasil, 12 millones) y Lourdes (Francia, seis millones).
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