lunes, 20 de agosto de 2018

HOMENAJE DE ESTE ESPACIO DE ORACIÓN : AL GENERAL SAN MARTÍN


     GENERAL DON JOSÉ DE SAN MARTÍN

frases san martin

Contemplación y oración:

En este día recordamos con un corazón sensible en respuesta fiel y cariño al

General Don José de San Martín y en él:
A todos los próceres que nos permitieron ser Nación libre y soberana.
No solo en lo  bienes temporales, sino lo más importante, los bienes espirituales
Que les dieron fuerza y coraje;
Somos una Patria construida sobre pilares de fe, esperanza y honor; abrazando y respetando a todo hombre de buena voluntad que viniere y la habitare.
Hoy somos una Nación amenazada por una ideología política y social que
va en contra de nuestros principios, Republicanos.
Queriéndonos sacar a Dios, que es  nuestra herencia recibida de los que lucharon
para obtenerla,con valores y orden; quieren desactivar a
 Nuestra Constitución Nacional, que tiene valor in-eternum, porque la escribieron con pluma y guía del Altísimo.
 Esta Nación se construyó con el sacrificio y entrega de la vida; de hombres y mujeres valientes que amaron la vida y la entregaron por amor a su projimo.
A Jesucristo Señor de la historia, pedimos interceda y bendiga esta Nación, queremos ser libres:
en honor y gracia, pueblo de fe, que no olvide sus orígenes y que sepa luchar por nuestra identidad: la vida de argentinos, de ayer, el hoy, y de mañana.
 Somos Patria queremos que, a nuestra esencia nadie la destruya; ni por ambición personal de algunos, ni por error de otros.
Señor nuestros Próceres dieron la vida siguiendo un ideal de libertad, queremos continuar con la misma luz que ellos recibieron para hacernos grandes en ética, principios y valores morales y respeto.
Que no aceptemos con tibieza;las argumentaciones selectivas de derechos:,que no respetan derechos  del conjunto de los argentinos en pensamientos y obras de bien rechazando el mal.
El arma con que contamos es la oración y la presencia activa de la sociedad reclamando en momentos graves que peligra nuestra argentinidad presente con calor humano y amor humano
Que así sea
Perla

GRACIAS A PERIODISTAS DE ESTA EDITORIAL: POR EL EXCELENTE TRABAJO

ESTE ESPACIO DE ORACIÓN RESPETANDO SUS DERECHOS INTELECTUALES.

AGRADECE POR SER  EL MEJOR HOMENAJE AL GENERAL SAN MARTÍN.

 PRESENTAR A MIS SEGUIDORES VUESTRO TRABAJO

10 frases de San Martín que hicieron historia

El 17 de agosto se conmemora el 168º aniversario de su muerte.

 Sus restos reposan en el interior de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires.


 

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Biografía

Biografias y Vidas
Hijo de Juan de San Martín, teniente gobernador de Corrientes, y de Gregoria Matorras,
 el pequeño José Francisco se crió en el seno de una familia española;
 que no tardó en preferir volver a su país a quedarse en aquellos turbulentos estados coloniales.
 En 1784 pasó con su familia a España; en 1787 ingresó en el Seminario de Nobles de Madrid,
 donde aprendió retórica, matemáticas, geografía, ciencias naturales, francés, latín, dibujo y música.
Dos años después pidió y obtuvo el ingreso como cadete en el Regimiento de Murcia.
 Fue éste el origen de una brillante y vertiginosa carrera militar que tendría su bautismo de fuego en el sitio de Orán (1791),
 en la campaña de Melilla; trece años tenía entonces el futuro libertador.
Hijo de Juan de San Martín, teniente gobernador de Corrientes, y de Gregoria Matorras,

 el pequeño José Francisco se crió en el seno de una familia española;
 que no tardó en preferir volver a su país a quedarse en aquellos turbulentos estados coloniales.
 En 1784 pasó con su familia a España; en 1787 ingresó en el Seminario de Nobles de Madrid,
 donde aprendió retórica, matemáticas, geografía, ciencias naturales, francés, latín, dibujo y música.
Dos años después pidió y obtuvo el ingreso como cadete en el Regimiento de Murcia.
 Fue éste el origen de una brillante y vertiginosa carrera militar que tendría su bautismo de fuego en el sitio de Orán (1791),
 en la campaña de Melilla; trece años tenía entonces el futuro libertador.
Más tarde intervino en las guerras del Rosellón (1793) y de las Naranjas (1801), mereciendo sucesivos ascensos por su actuación; en 1803
 era ya capitán de infantería en el regimiento de voluntarios de Campo Mayor.
 Cuando la invasión napoleónica de la península dio lugar a la Guerra de la Independencia Española (1808-1814),
 su arrojo contra los invasores franceses en la batalla de Bailén (1808) le valdría ser nombrado teniente coronel de caballería.
La emancipación de América
Tras esta fulgurante carrera en el ejército español, y poco después de estallar la revolución emancipadora en América, San Martín,
que había mantenido contactos con las logias masónicas que simpatizaban con el movimiento independentista, reorientó su vida hacia la causa emancipadora.
 El sentimiento de su identidad americana y su ideario liberal, desarrollado en el clima espiritual surgido tras la Revolución Francesa
 y en la lectura de los enciclopedistas e ilustrados franceses y españoles, lo determinaron a contribuir a la libertad de su patria.
Inició así una nueva etapa de su vida que lo convertiría, junto con Simón Bolívar, en una de las personalidades más destacadas de la guerra de emancipación americana.
 Solicitó la baja en el ejército español y marchó primero a Londres (1811), donde permaneció casi cuatro meses.
Allí asistió a las sesiones de la Gran Reunión Americana, fundada por Francisco de Miranda, que fue la organización madre de varias otras esparcidas por América con idénticos fines: la independencia y organización de los pueblos americanos.
Desde Inglaterra se embarcó hacia Buenos Aires (1812), donde esperaba que su experiencia militar en numerosas batallas le permitiese rendir excelentes
servicios al ideal que animaba a su país.
A causa de sus veintidós años de servicio en el ejército realista, no fue recibido con entusiasmo por los dirigentes;
 pero, ante la debilidad militar del movimiento patriota, la Junta gubernativa le confirmó en su rango de teniente coronel de caballería y le encomendó la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo,
al frente del cual obtendría la victoria en el combate de San Lorenzo (3 de febrero de 1813).
El mismo año de su llegada había conocido en una tertulia política a la que sería su esposa y compañera, doña María Remedios de Escalada,
con quien contrajo matrimonio enseguida, el 19 de septiembre, en la catedral porteña.
 En 1813 renunció a la jefatura del Ejército de Buenos Aires, y en 1814 aceptó sustituir a Manuel Belgrano al frente del Ejército del Alto Perú, maltrecho por sus derrotas.
El duro revés que Belgrano había sufrido en Vilcapugio y Ayohuma a manos de los realistas cerraba prácticamente las posibilidades de avanzar sobre Perú,
al tiempo que hacía vulnerable esa frontera, cuya custodia encargó a Martín Miguel de Güemes, caudillo de Salta.
La gesta de los Andes
Incómodo ante las suspicacias bonaerenses, y de acuerdo con sus compañeros de la logia Lautaro, José de San Martín pensaba que todos los esfuerzos debían orientarse hacia
 la liberación de Perú, principal bastión realista en América. Bloqueada la ruta del Alto Perú (la actual Bolivia),
 empezó a madurar su plan de conquista de Perú desde Chile; con este objetivo obtuvo la gobernación de Cuyo, lo que le permitió establecerse en Mendoza (1814) y
preparar desde allí su ofensiva.
Mientras tanto, en Chile, Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera habían unido sus fuerzas para sostener la estratégica ciudad de Rancagua;
con su derrota a manos de los realistas finalizaba la intentona independentista chilena del periodo denominado la Patria Vieja (1810-1814).
 La caída de la Patria Vieja y la llegada a Mendoza de los refugiados chilenos complicó los planes de San Martín, que esperaba atacar Perú desde un Chile independiente y aliado;
 era prioritario, pues, liberar Chile.
San Martín decidió apoyarse en O'Higgins, con quien preparó el plan de invasión que sería aprobado por los gobiernos de Gervasio Antonio de Posadas y de Juan Martín de Pueyrredón.
 En Mendoza, durante tres años (1814-1817) y con pobres recursos, San Martín organizó pacientemente el ejército con la ayuda de la población de los Andes;
 a la empresa se sumó también con celo su esposa, doña Remedios, que entregó sus joyas para aliviar en algo las penurias de los patriotas. En 1816 esta abnegada mujer dio al general su única hija, Merceditas, que sería el bálsamo de San Martín en su solitaria vejez.
Finalmente, en 1817 inició la gran campaña que habría de dar un giro nuevo a la guerra, en el momento más difícil para la causa americana,
cuando la insurrección estaba vencida en todas partes con excepción de la Argentina. Su objetivo era invadir Chile cruzando la cordillera de los Andes,
y su realización, en sólo veinticuatro días, constituiría la mayor hazaña militar americana de todos los tiempos. Superadas las cumbres andinas,
 el 12 de febrero de 1817 derrotó al ejército realista al mando del general Marcó del Pont en la cuesta de Chacabuco, y el 14 entró en Santiago de Chile.
 La Asamblea constituida proclamó la independencia del país y le nombró director supremo, cargo que declinó en favor de O'Higgins.
La liberación de Perú
Pero esta gran hazaña de San Martín perseguía, como ya se ha indicado, una meta mucho más ambiciosa, y respondía a la estrategia continental del libertador.
 Desde esa perspectiva más amplia, la conquista de Chile era sólo un paso necesario: San Martín comprendió que para sacudir el yugo español del continente
 era preciso conseguir el dominio naval del Pacífico y la ocupación del virreinato del Perú, verdadero centro del poder realista.
El mismo virrey peruano Pezuela consideró con lucidez la situación creada tras el cruce de los Andes y la batalla de Chacabuco,
 señalando que esta campaña "trastornó enteramente el estado de las cosas, dio a los disidentes puestos cómodos para dominar el Pacífico y cambió el teatro de la guerra
 para dominar el poder español en sus fundamentos."
A partir de este momento, los esfuerzos de San Martín se centraron en la organización de la gran escuadra que había de transportar a las tropas libertadoras a Perú.
 Viajó a Buenos Aires a fin de solicitar lo necesario para la campaña; sin embargo, lo que recibió fue la oferta de intervenir directamente en las disputas internas del país, cosa que rechazó.
A su regreso a Chile, las fuerzas patriotas fueron derrotadas en Cancha Rayada por el ejército realista de Mariano Osorio.
San Martín reorganizó las desmoralizadas tropas criollas y venció a Osorio en los llanos de Maipú (5 de abril de 1818);
al término de esta batalla, con la que quedaba asegurada la libertad chilena, tuvo lugar el célebre abrazo entre San Martín y O'Higgins.
Aún después de destruidos los últimos focos de resistencia española, San Martín tuvo que vencer tremendos obstáculos: la falta de dinero,
las diferencias políticas y la rivalidad y envidia de sus enemigos; pero los muchos meses dedicados a la organización de la campaña de Perú
 acabarían dando su fruto.
Finalizados los preparativos, la escuadra zarpó de Valparaíso (Chile) el 20 de agosto de 1820, transportando un ejército de 4.500 hombres,
y desembarcó en la playa de Paracas (cerca de Pisco, Perú) el 8 de septiembre. San Martín intentó una negociación con el virrey Pezuela,
y luego con su sucesor, José de la Serna,
 con el que se entrevistó el 2 de junio de 1821: el libertador expuso allí su oferta de un arreglo pacífico, que incluía la independencia de Perú
y la implantación de un régimen monárquico con un rey español, ofreciendo a La Serna la regencia interina. Fracasadas las negociaciones,
 San Martín ocupó Lima y proclamó solemnemente la independencia (28 de julio), pese a que el ejército realista aún controlaba gran parte
del territorio virreinal.
Nombrado Protector de Perú, mientras enviados suyos gestionaban en las Cortes europeas el establecimiento de una monarquía, la incertidumbre de su situación militar
 contrastaba con la consolidación de Simón Bolívar en la Gran Colombia y la total liberación de Quito tras la Batalla de Pichincha.
Hostilizado por los españoles que se habían hecho fuertes en las montañas, con su ejército desgastado por la prolongada campaña y con su poder minado
por las disensiones entre los patriotas,
 San Martín hubo de sostener una lucha constante.
La ocupación de Guayaquil, ciudad reivindicada por Perú, fue el motivo inmediato de su célebre entrevista con Simón Bolívar (julio de 1822),
 en la que había de tratarse el futuro del continente y cuyo contenido exacto es aún objeto de múltiples discusiones, pero que sin duda debió de
desalentar a San Martín;
 nada más regresar a Lima, y ante la creciente oposición peruana a su política, convocó el Congreso y presentó la renuncia a su cargo de Protector
(20 de septiembre de 1822),
 dos años antes de que la victoria de Ayacucho pusiera fin definitivamente a la dominación española en Perú y en todo el continente.
El retiro
San Martín había decidido retirarse; consideraba cumplido su deber de liberar a los pueblos y no quiso participar en las luchas intestinas por el poder.
 En octubre de 1822 llegó a Chile; en verano de 1823 cruzó los Andes y pasó a Mendoza con la idea de establecerse allí, apartado de la vida pública.
 Pero las muchas críticas adversas que le atribuían aspiraciones de mando y el fallecimiento de su esposa lo determinaron a partir en febrero de 1824 rumbo a Europa,
 acompañado por su hija Merceditas, que en esa época tenía siete años.
Residió un tiempo en Gran Bretaña y de allí se trasladó a Bruselas (Bélgica), donde vivió modestamente; su menguada renta apenas le alcanzaba
para pagar el colegio de Mercedes.
 Hacia 1827 se deterioró su salud, resentida por el reumatismo, y su situación económica: las rentas apenas le llegaban para su manutención.
 Durante esos años en Europa arrastró
además una incurable nostalgia de su patria.
Su última tentativa de regreso tuvo lugar en 1829. Dos años antes había ofrecido sus servicios a las autoridades argentinas para la guerra contra
el Imperio brasileño; en esta ocasión, embarcó hacia Buenos Aires con la intención de mediar en el devastador conflicto entre federalistas y centralistas.
 Sin embargo, al llegar encontró su patria en tal grado de descomposición por las luchas fraticidas que desistió de su intento, y, pese a los requerimientos
de algunos amigos, no puso pie en la añorada costa argentina.
Regresó a Bélgica y en 1831 pasó a París, donde residió junto al Sena, en la finca de Grand-Bourg. Gracias a la solicitud de su pródigo amigo don Alejandro Aguado,
compañero de armas en España, pudo pasar el postrero tramo de su vida sin vergonzosas estrecheces.
 En 1848 se instaló en su definitiva residencia de Boulogne-sur-Mer (Francia), donde moriría en 1850.



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